Hay veces en que todo va marchando bien y, de repente, aparece un obstáculo. Un evento inesperado puede desconcertarme o desviarme del camino. Tal vez me sienta confundido sobre mis opciones o dudo de mis habilidades. ¿A dónde acudo? ¿A quién pido consejos? ¿Qué debo hacer?
Tomo un momento para preguntarme a qué me estoy aferrando. ¿Qué temo dejar ir? En estos momentos es importante recordar que nunca estoy solo.
Cuando más perdido me siento, más importante es dejar ir y entregar todo a Dios. Cuando lo hago, soy capaz de confiar en que la gente, las circunstancias y las ideas que necesito, vendrán a mí. Cuando dejo ir y dejo a Dios actuar, respiro en paz y mi confianza se fortalece.