Las mujeres de mi generación son las mejores.
Hoy tienen cuarenta y pico, cincuenta y pico,
o algunas incluso sesenta y algo.
Son bellas, muy bellas; pero también serenas,
comprensivas, sensatas, y sobre todo, endiabladamente
seductoras, esto a pesar de sus incipientes patas de gallo
o de esa afectuosa celulitis que capitanea sus muslos,
pero que las hace tan humanas, tan reales.
Hermosamente reales.
ellas supieron combinar libertad con coquetería,
emancipación con pasión, reivindicación con seducción.