Nuestras sensaciones cambian cuando estamos frente al mar.
Muchas veces nos relajamos solo con verlo, o con solo sentir
su brisa. Incluso, si cerramos los ojos y solo lo escuchamos,
también sentimos cómo los problemas y preocupaciones
se van con cada ola que revienta en una piedra.
Por ello, los sonidos del mar ayudan a la relajación.
Con solo escucharlo uno se transporta a la playa y desde
la imaginación se observa ese azul inmenso y profundo del agua.
El ruido del mar no es invasivo para nuestro cerebro, sino que
el sonido de las olas es repetitivo y por ende meditativo.
Los sonidos naturales activan el sistema nervioso parasimpático,
el cual ayuda a restablecer la energía corporal.
Andrea Jumique