Estaba quieta acallando mis quejidos y en mi interior algo gravitaba fuertemente, que me deslizaba sin fin en mi caída circular y profunda. Solo cerraba los ojos tiernamente cuando adolescente en la oscuridad se marcaban esas escenas intensas con la añoranza de un abrazo. No quería reclamarles a mis padres estar con ellos me hacía feliz nada opacaba mi acercamiento, solo mi timidez deslucida. Retrocedía el tiempo rompiendo ese hielo suscitado por la autoridad que ejercían pero me amaban singularmente y estrechaban esos lazos sólidos. Replicaban sus palabras en mis oídos, en las noches con frases tiernas que deleitaban mis ensueños y pesares con masiva alegría.