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La dulzura es la inteligencia de la sensibilidad.
Es la cualidad que resurge de las personas que consideran
que hay demasiado dolor en el mundo como para sumar
amargura e incomodidad. Las personas dulces conjugan
con la honestidad, la valentía y la generosidad.
En un mundo en el que la competitividad se impone,
la dulzura es una cualidad que ha podido verse como
algo maléfico, sombrío e hipócrita. No me refiero
a las sonrisas forzadas o de una exaltación de la felicidad
que resulta artificial. La dulzura es tratar a los demás
de tal manera que no lleguen dañados a casa.
Las personas que se expresan con dulzura no siempre
encuentran la misma respuesta. Una fortaleza de seguir
en el mundo sin dañar y sin dejarse ser dañados.
Utilizar la sensibilidad como un bien para los demás
y no como una capa que nos resiente en nuestro
contacto con el mundo.