Yo pienso en ti, tú vives en mi
mente
sola, fija, sin tregua, a toda hora,
aunque tal vez el rostro indiferente
no deje reflejar sobre mi frente
la llama que en silencio me devora.
En mi lóbrega y yerta fantasía
brilla tu imagen apacible y pura,
como el rayo de la luz que el sol
envía
a través de una bóveda sombría
al roto mármol de una sepultura.
Callado, inerte, en estupor,
profundo,
mi corazón se embarca y se enajena,
y allá en su centro vibra moribundo
cuando entre en vano estrépito del
mundo
la melodía de su nombre suena.
Sin lucha, sin afán y sin lamento,
sin agitarme, en el ciego frenesí,
sin proferir un solo, un leve acento
las largas horas de la noche cuento
y ¡pienso en ti!