DE JOSÉ ARGüELLES Desde la Casa Este de la Luz que la sabiduría se ilumine en aurora sobre nosotros para que veamos las cosas con claridad
Desde la casa Norte de la Noche que la sabiduría madure entre nosotros para que conozcamos todo desde adentro
Desde la Casa Oeste de la Transformación que la sabiduría se transforme en acción correcta para que hagamos lo que haya que hacerse
Desde la Casa Sur del Sol Eterno que la acción correcta nos de su cosecha para que recojamos los frutos del ser planetario
Desde la Casa Superior del Paraíso donde se reúne la gente de las estrellas y nuestros antepasados que sus bendiciones lleguen hasta nosotros ahora
Desde la Casa Inferior de la Tierra que el corazón cristal del planeta nos bendiga con sus armonías para que acabemos con la guerra
Desde la Fuente Central de la Galaxia que está en todas partes al mismo tiempo que lo reconozcamos todo como luz de amor mutuo
Párate en medio de la naturaleza viviente, entre el cielo y la tierra.
•
Párate en medio de la naturaleza viviente, entre el cielo y la tierra.
Siente la tierra bajo tus pies; siente como la tierra te carga y te sostiene. Siente el cielo infinito sobre ti; te inspira, te mejora, te eleva. En el cielo, piensa en el origen de tu espíritu y de tu inteligencia. En el cielo, piensa en el origen de tu alma eterna, de la más elevada conciencia universal. En la tierra, piensa en el origen de tu alma terrestre, en tu conciencia individual. Siéntete como una unión viviente entre las fuerzas del cielo y de la tierra, del infinito y de lo que está en desarrollo. Arrodíllate en la tierra, y con tu mano derecha cava un pequeño hoyo en la tierra. Coloca las dos manos juntas sobre tu pecho (el corazón místico), en señal de oración y de unión interna con el cielo y la tierra dentro de ti. En esta postura sagrada, permite que una hermosa luz, la fuerza, la presencia del cielo, fluya a través de ti: el omnipresente Padre de todos los seres vivientes. Imagina una luz diamantina, transparente como el agua pura. Inclínate con amor sobre la Madre Tierra, y coloca tus manos alrededor del pequeño hoyo. Inclínate sobre la tierra y coloca tu boca entre tus manos. Ofrécele con tus palabras a la tierra el agradecimiento del cielo a la Madre Tierra; ofrécele también el agradecimiento de tu corazón y, a través de ello, del corazón de la humanidad.
Pronuncia las palabras: “Madre Tierra, yo te ofrezco mi agradecimiento con todo mi corazón, y a través de él del corazón de todos los hombres y las mujeres. Que todos los seres que llevas en tu seno protejan, nutran y bendigan todo lo que crece.” Acuéstate después sobre la tierra y abandónate sobre ella. Que tu cuerpo y tu alma nacidos de ella sean uno con la Madre Tierra y su oculto esplendor.
Piensa y di: “Madre Tierra, elimina todas mis enfermedades y mis faltas según tu voluntad, para que pueda recibir la bendición del espíritu divino y trasmitirla a todos los seres vivientes, según tu voluntad”. Manténte en comunión, en silencio, mientras dejas que la tierra te purifique completamente. Pónte nuevamente de rodillas y coloca tus manos frente a la rosa solar del corazón.
Piensa en tu espíritu, siente tu alma, y di con tu fuerza vital: “Con amor y gratitud, te ofrezco mi amoroso agradecimiento lleno de luz. A la Madre Tierra, gracias; al agua de la vida, gracias; al precioso aire, gracias; al fuego sagrado, gracias; a los minerales, gracias; a las plantas, gracias; a los animales, gracias; a la humanidad que camina por el sendero de la evolución, gracias; a todos los ángeles, gracias; a la inteligencia cósmica que creó mi pensamiento, gracias; al océano de amor que creó mi sensibilidad, gracias; a la vida universal que impregnó mi futuro con la semilla de la individualidad, gracias; a todos los seres del mundo, doy las gracias en Él, la única Fuente que unifica a todos los seres en su origen y propósito”.
Cruza los brazos sobre tu pecho, inclina ligeramente tu cabeza, y pronuncia la palabra de cierre: “Amen”. Entonces, rellena de nuevo el agujero que cavaste para hablar con la Madre del mundo.
Párate en medio de la naturaleza viviente, entre el cielo y la tierra. Siente la tierra bajo tus pies; siente como la tierra te carga y te sostiene. Siente el cielo infinito sobre ti; te inspira, te mejora, te eleva. En el cielo, piensa en el origen de tu espíritu y de tu inteligencia. En el cielo, piensa en el origen de tu alma eterna, de la más elevada conciencia universal. En la tierra, piensa en el origen de tu alma terrestre, en tu conciencia individual. Siéntete como una unión viviente entre las fuerzas del cielo y de la tierra, del infinito y de lo que está en desarrollo. Arrodíllate en la tierra, y con tu mano derecha cava un pequeño hoyo en la tierra. Coloca las dos manos juntas sobre tu pecho (el corazón místico), en señal de oración y de unión interna con el cielo y la tierra dentro de ti. En esta postura sagrada, permite que una hermosa luz, la fuerza, la presencia del cielo, fluya a través de ti: el omnipresente Padre de todos los seres vivientes. Imagina una luz diamantina, transparente como el agua pura. Inclínate con amor sobre la Madre Tierra, y coloca tus manos alrededor del pequeño hoyo. Inclínate sobre la tierra y coloca tu boca entre tus manos. Ofrécele con tus palabras a la tierra el agradecimiento del cielo a la Madre Tierra; ofrécele también el agradecimiento de tu corazón y, a través de ello, del corazón de la humanidad.
Pronuncia las palabras: “Madre Tierra, yo te ofrezco mi agradecimiento con todo mi corazón, y a través de él del corazón de todos los hombres y las mujeres. Que todos los seres que llevas en tu seno protejan, nutran y bendigan todo lo que crece.” Acuéstate después sobre la tierra y abandónate sobre ella. Que tu cuerpo y tu alma nacidos de ella sean uno con la Madre Tierra y su oculto esplendor.
Piensa y di: “Madre Tierra, elimina todas mis enfermedades y mis faltas según tu voluntad, para que pueda recibir la bendición del espíritu divino y trasmitirla a todos los seres vivientes, según tu voluntad”. Manténte en comunión, en silencio, mientras dejas que la tierra te purifique completamente. Pónte nuevamente de rodillas y coloca tus manos frente a la rosa solar del corazón.
Piensa en tu espíritu, siente tu alma, y di con tu fuerza vital: “Con amor y gratitud, te ofrezco mi amoroso agradecimiento lleno de luz. A la Madre Tierra, gracias; al agua de la vida, gracias; al precioso aire, gracias; al fuego sagrado, gracias; a los minerales, gracias; a las plantas, gracias; a los animales, gracias; a la humanidad que camina por el sendero de la evolución, gracias; a todos los ángeles, gracias; a la inteligencia cósmica que creó mi pensamiento, gracias; al océano de amor que creó mi sensibilidad, gracias; a la vida universal que impregnó mi futuro con la semilla de la individualidad, gracias; a todos los seres del mundo, doy las gracias en Él, la única Fuente que unifica a todos los seres en su origen y propósito”.
Cruza los brazos sobre tu pecho, inclina ligeramente tu cabeza, y pronuncia la palabra de cierre: “Amen”. Entonces, rellena de nuevo el agujero que cavaste para hablar con la Madre del mundo.
A PESAR DE TANTO DAÑO A PESAR DE TANTO DOLOR ELLA NOS AMA INCONMENSURABLEMENTE.......PERO SU CUERPO NO DA MAS NECESITA RECIBIR AMOR,NECESITA SABER QUE LA AMAMOS ES MUY IMPORTANTE ..POR FAVOR ...ELLA EXPRESA Y SE HACE SENTIR .....SIENTAN COMO SUFRE UNA MADRE AL VER A SUS HIJOS MALTRATANDOLA TANTO ...