DESVINCÚLATE DE LAS HERIDAS DE TU PASADO
La inclinación a
vincularnos con nuestras heridas, en lugar de dejarlas atrás, hace que
experimentemos constantemente la sensación de no ser dignos. Una persona que
haya experimentado acontecimientos traumáticos en la vida, como una violación
sexual, la muerte de seres queridos, enfermedades traumáticas, accidentes,
rupturas familiares, drogadicciones y otras cosas similares, puede llegar a
vincularse con los dolorosos acontecimientos del pasado y rememorarlos para
llamar la atención o despertar lástima en los demás. Esas heridas de nuestras
vidas parecen darnos una gran cantidad de poder sobre los demás. Cuanto más les
hablamos a otros sobre nuestras heridas y sufrimientos, tanto más creamos un
entorno de compasión por nosotros mismos. Nuestro espíritu creativo permanece
tan conectado con los recuerdos de nuestras heridas que no puede dedicarse a
transformar y manifestar. El resultado de ello es la sensación de
desmerecimiento, de no ser digno de recibir todo aquello que se deseas. Sucede
a menudo que la narración de esos males va acompañada al principio por una
especie de necesidad de que el interlocutor sepalo horrible que fue y sigue
siendo la herida sufrida. Al cabo de un rato el ego utiliza esta energía en una
especie de juego de poder, en situaciones tanto individuales como de grupo,
para estimular la discusión sobre lo duro que ha sido superar esa herida. Eso
puede impedir que el individuo avance espiritualmente, reforzando la imagen de
desvalido que tiene de sí mismo. La tendencia a vincularnos con las heridas de
nuestras vidas nos recuerda lo poco merecedores que somos de recibir nada de lo
que realmente nos gustaría tener, debido a que permanecemos sumidos en un
estado de sufrimiento. Cuanto más se recuerdan y se repiten estas historias
dolorosas, tanto más tiene garantizado esa persona que no atraerá la
materialización de sus deseos. Quizá la frase más poderosa que puedas llegar a
memorizar en este sentido sea: «Tu biografía se convierte en tu biología». A la
que yo añadiría: «Tu biología se convierte en tu ausencia de realización
espiritual».
Wa y n e W . D y e r
Aprende a observar los hechos de la vida desde una barrera imaginaria, como un niño atento, voraz y despiadado, alejado aunque aparentemente próximo a los padecimientos de los demás mortales. Desvincúlate sin que se note; si lo percibieran los otros, te apartarían del rebaño como a una víbora. No te impliques en los pequeños dilemas y conflictos que en definitiva, no son los tuyos. Relativiza los padecimientos que provoca la emoción: a fin de cuentas, las emociones son malas consejeras, de aguas turbias e innavegables, y dominarlas y suprimirlas es el final deseado. Acompaña el infortunio, pero no permanezcas en él al momento siguiente. Parcela cada minuto desde el presente, y que no quede de él ni rastro en el presente que le sigue. Vive la vida como un desértico camino de paso, al que te arrojaron solo y del que te marcharás solo: rehúye la ficción tentadora de sentir que realizas el camino al abrigo de la compañía. Acepta el dolor con serenidad, como una más de las reglas del juego. Consigue, finalmente, que nada te perturbe ni afecte.
Si logras todo esto, hijo mío, te habrás convertido como yo en un dios de corazón de piedra... Aunque los demás no tienen porqué saber que en realidad solo es un modo de saber permanecer sin que te dañe tu proceso....