|
General: LA IRA... (recordando parte del texto)
Elegir otro panel de mensajes |
|
Introducción
En mi opinión, ser feliz es sufrir
menos. Si no fuéramos capaces de transformar el dolor que hay dentro de
nosotros, no podríamos ser felices.
Muchas personas buscan la felicidad en
el exterior, pero la verdadera felicidad ha de surgir del propio interior. Nuestra cultura
nos dice que la felicidad se obtiene poseyendo grandes cantidades de dinero,
mucho poder y una elevada posición social; pero si observas atentamente, verás
que muchas personas ricas y famosas no son felices. Muchas de ellas se
suicidan.
El Buda y los monjes y monjas de su
tiempo tan sólo poseían tres hábitos y un cuenco, pero eran felices porque
tenían algo sumamente precioso: la libertad.
Según las enseñanzas del Buda, la
condición básica para ser feliz es la libertad. No me refiero a la libertad política,
sino a estar libre de formaciones mentales como la ira, la desesperanza, la
envidia y la ignorancia. Estas formaciones mentales fueron descritas por el
Buda como ponzoñas. Mientras estos venenos estén presentes en nuestro corazón,
no podremos ser felices.
Para liberamos de la ira hemos de
practicar, seamos cristianos, musulmanes, budistas, hindúes o judíos. No podemos pedir
al Buda, Jesús, Dios o Mahoma que quite la ira de nuestro corazón en nuestro
lugar, sino que hay unas instrucciones concretas acerca de cómo transformar el
deseo vehemente, la ira y la confusión de nuestro interior. Si seguimos estas
instrucciones y aprendemos a cuidar de nuestro sufrimiento, podremos ayudar a
los demás a hacer lo mismo.
Cambiar para superarse
Supón que hay una familia en la que
el padre y el hijo están enojados el uno con el otro. No son capaces de
comunicarse. El padre sufre mucho y el hijo también. No quieren quedar
atrapados en la ira que sienten, pero tampoco saben cómo superarla.
Una buena enseñanza es aquella que
puedes aplicar directamente a tu vida, para transformar tu sufrimiento. Cuando
estás enojado sufres porque te estás abrasando en las llamas del infierno.
Cuando sientes una gran desesperanza o envidia, estás en el infierno. Debes ir
a ver a un amigo que practique y preguntarle qué puedes hacer para transformar
la ira y la desesperanza que hay en ti.
Cuando una persona habla llena de ira,
es porque está sufriendo mucho. Y al estar sufriendo tanto, se llena de
amargura. Siempre está dispuesta a quejarse y a culpar a los demás de sus problemas. Por eso te resulta tan desagradable escucharla
e intentas evitarla.
Para comprender y transformar la ira,
debemos aprender la práctica de escuchar compasivamente y de hablar con afecto. Hay un
Bodhisatva - un Gran Ser o un Despierto – que es capaz de escuchar
profundamente y con una gran compasión. Se llama Kwan Yin o Avalokitésvara, el
Bodhisatva de la Gran Compasión. Todos debemos aprender a escuchar atentamente
como hace este Bodhisatva. Así podremos orientar de forma muy concreta a los
que acuden a nosotros para pedirnos ayuda para restablecer la comunicación
perdida.
Si escuchas con compasión a una de
esas personas, quizá alivies un poco el sufrimiento que siente; sin embargo,
aunque lo hagas con la mejor intención del mundo, no podrás escucharla
profundamente hasta que no hayas practicado el arte de escuchar compasivamente. Si eres capaz de
sentarte en silencio y escuchar con compasión a esa persona durante una hora,
podrás aliviarla de mucho sufrimiento. Escúchala con un único objetivo: para
que pueda desahogarse y sufra menos. Durante todo el tiempo que la escuches,
mantén viva tu compasión.
Mientras lo hagas, has de estar muy
concentrado. Debes centrarte en la práctica de escuchar con toda tu atención y
todo tu ser: con ojos, oídos, cuerpo y mente. Porque si sólo finges estar
escuchando sin poner el cien por cien de ti mismo, esa persona lo sabrá y no
podrás aliviar su sufrimiento. Si sabes cómo practicar el respirar
conscientemente y puedes mantenerte centrado en el deseo de calmar su
sufrimiento, podrás conservar tu compasión mientras la escucha.
El escuchar compasivamente es una
práctica muy profunda. No escuchas para juzgar o culpar, sino simplemente
porque deseas que esa persona sufra menos, sea tu padre, tu hijo o hija o tu
pareja. Aprender a escucharla la ayudará de veras a transformar su ira y su
sufrimiento.
Una bomba a
punto de estallar
Conozco a una mujer católica que vive
en Estados Unidos y que ha sufrido muchísimo por la difícil relación que
mantenía con su esposo. Constituían una familia muy culta y ambos se habían
doctorado. Sin embargo, el marido sufría mucho. Mantenía una batalla con su
mujer y sus hijos. No podía conversar con ninguno de ellos. Todos los miembros
de su familia intentaban evitarle porque era como una bomba a punto de
estallar. Estaba lleno de ira. Creía que su esposa y sus hijos le despreciaban
porque ninguno de ellos quería acercarse a él, pero en realidad no era así,
sino que únicamente le temían.
Estar cerca de él era peligroso
porque podía estallar en cualquier momento. Un día su esposa quiso suicidarse
al no poder soportar aquella situación por más tiempo. Se sentía incapaz de
seguir viviendo en aquellas circunstancias. Pero antes de suicidarse llamó a
una amiga suya que practicaba el budismo y le contó lo que planeaba hacer.
Aquella amiga budista la había animado en varias ocasiones a practicar la
meditación para mitigar su sufrimiento, pero ella siempre se había negado
porque decía que, como era católica, no podía practicar o seguir las enseñanzas
budistas.
Aquella tarde, cuando su amiga
budista se enteró de que quería suicidarse, le dijo por teléfono: «Afirmas ser
mi amiga y ahora estás a punto de morir. Lo único que te he pedido es que
escucharas las enseñanzas de mi maestro, pero tú no has querido hacerlo. Si de
veras eres mi amiga, te ruego que cojas un taxi y vengas a escuchar la cinta,
después serás libre de suicidarte si lo deseas».
Cuando la mujer católica llegó, su amiga la invitó
a sentarse en la sala de estar y a escuchar las enseñanzas del Dharma que
trataban sobre cómo restablecer la comunicación. Durante la hora u hora y media que
estuvo escuchando esas enseñanzas, experimentó una profunda transformación en
su interior. Descubrió muchas cosas. Comprendió que en parte había causado su
propio sufrimiento y que también había hecho sufrir mucho a su esposo. Descubrió que no
había sabido ayudarle.
En realidad, le había hecho sufrir
cada día más porque le había estado evitando. Aquella charla sobre el Dharma le
enseñó que para ayudar a otra persona, debía poder escucharla
profundamente con compasión, algo que no había sido capaz de hacer durante los
últimos cinco años.
La desactivación de la bomba
Después de escuchar las enseñanzas
del Dharma, aquella mujer se sintió muy inspirada. Quería volver a casa y
practicar el escuchar profundamente para ayudar a su esposo, pero su amiga
budista le dijo: «No, amiga mía, no debes hacerlo hoy porque la enseñanza de
escuchar compasivamente es muy profunda. Para poder escuchar como un Bodhisatva,
necesitas ejercitarte en esta práctica al menos durante una o dos semanas». Así que invitó a
su amiga católica a hacer un retiro para que pudiera aprenderla más a fondo.
En aquel retiro participaron
cuatrocientas cincuenta personas, comiendo, durmiendo y practicando juntas
durante seis días. En todo aquel tiempo practicamos la respiración consciente,
observando cómo inspirábamos y exhalábamos el aire para unir el cuerpo y la
mente. Y el andar de manera consciente, poniendo el cien por cien de nosotros
mismos en cada paso que dábamos. Es decir, respiramos, anduvimos y nos sentamos
con plena conciencia para observar y aceptar el sufrimiento que había en
nuestro interior.
Los participantes no sólo escucharon
enseñanzas del Dharma, sino que todos practicamos el arte de escucharnos unos a
otros, y de hablar afectuosamente. Intentamos escuchamos profundamente
para comprender el sufrimiento de los demás. Aquella mujer católica practicó
con una gran dedicación y profundidad porque para ella era una cuestión de vida
o muerte.
Cuando volvió a casa después de hacer
aquel retiro, estaba muy serena y tenía el corazón lleno de compasión. Quería
realmente ayudar a su marido a sacar la bomba que tenía en su corazón. La fue
sacando poco a poco, al tiempo que seguía su respiración para mantenerse serena
y alimentar la compasión. Practicó el andar conscientemente y su esposo
advirtió que ella había cambiado.
Al final, pudo acercarse a él y sentarse a su
lado en silencio, algo que no había hecho en los últimos cinco años. Permaneció
callada durante largo tiempo, quizá fueron diez minutos. Después colocó
suavemente su mano sobre la de su esposo y le dijo: «Querido, sé que
has sufrido mucho durante los últimos cinco años y lo siento de veras. Sé que
en gran parte he sido yo la causante de tu sufrimiento. No sólo he sido incapaz
de ayudarte a sufrir menos, sino que he empeorado mucho más la situación. He
cometido un montón de errores y te he causado muchísimo dolor.
Lo siento enormemente. Me gustaría que
me dieras una oportunidad para volver a empezar. Quiero hacerte feliz, pero no
he sabido hacerla; por eso he empeorado cada día la situación. Como no quiero
seguir así, te ruego que me ayudes. Necesito tu ayuda para entenderte mejor,
para amarte mejor. Por favor, ábreme tu corazón. Sé que has sufrido mucho, y he
de conocer tu dolor para no volver a caer una y otra vez en los mismos errores
que en el pasado. Sin ti no lograré hacerla. Necesito que me ayudes para no
seguir lastimándote. Sólo deseo amarte». Después de escucharla, él se echó a
llorar. Sollozó como un niño.
Durante mucho tiempo su mujer había
mantenido una actitud muy avinagrada. Siempre estaba gritando y sus palabras
estaban llenas de ira, amargura, reproches y censura. No habían hecho más que
pelearse. Hacía años que ella no le hablaba de ese modo, con tanto amor y
ternura. Cuando vio que su marido lloraba, supo que ahora tenía una
oportunidad. La puerta del corazón de su esposo había estado cerrada, pero
ahora empezaba a abrirse de nuevo. Como sabía que debía tener mucho cuidado,
siguió haciendo la práctica de respirar conscientemente. Le dijo:
«Por favor, amor mío, ábreme tu
corazón. Quiero aprender a entenderte mejor para no seguir cometiendo errores».
La mujer también es una intelectual,
tiene un doctorado al igual que su esposo, pero los dos sufrieron porque
ninguno sabía practicar el escucharse mutuamente con compasión. Pero aquella
noche ella estuvo maravillosa y realizó esta práctica a la perfección.
Y acabó siendo una noche muy curativa
para ambos.
Después de pasar algunas horas juntas,
pudieron reconciliarse.
Si la práctica es correcta, si es
buena, no necesitas que transcurran cinco o diez años, al cabo de pocas horas
producirá ya en ti una transformación y una curación. Sé que la mujer
católica tuvo mucho éxito aquella noche porque logró convencer a su marido para
que asistiera a un segundo retiro.
El segundo retiro duró seis días, y
al finalizar el mismo su esposo experimentó una gran transformación. Mientras
hacían una meditación del té, presentó a su mujer a los otros participantes del
retiro diciendo: «Queridos amigos míos, queridos practicantes, me gustaría
presentaras a un Bodhisatva, a un Gran Ser. Este Gran Bodhisatva es mi esposa.
Durante los últimos cinco años la he hecho sufrir
mucho, he sido muy estúpido, pero a través de su práctica ella ha cambiado toda
la situación. Me ha salvado la vida». Después, los dos contaron su historia
y cómo habían decidido hacer aquel retiro. Compartieron con los demás cómo
habían logrado reconciliarse a un nivel muy profundo y renovar su amor.
Cuando un agricultor utiliza un abono
que no produce ningún efecto, lo cambia por otro. Nosotros también hemos de
hacer lo mismo.
Si al cabo de varios meses la práctica que estamos realizando no ha
producido ninguna transformación ni curación, hemos de reconsiderar la
situación. Hemos de cambiar nuestro enfoque y aprender más hasta encontrar la
práctica correcta que pueda transformar nuestra vida y la de las personas a las
que amamos.
Todos podemos hacer lo mismo si
recibimos y aprendemos la enseñanza correcta y la práctica correcta. Si
practicas con gran dedicación, si haces que la práctica sea una cuestión de
vida o muerte, como lo hizo aquella mujer católica, podrás cambiarlo todo.
|
|
|
Primer
Anterior
2 a 5 de 5
Siguiente
Último
|
|
La ira no es
exclusivamente una realidad psicológica
En las enseñanzas del Buda aprendemos
que el cuerpo no está separado de la mente. Nuestro cuerpo es nuestra mente y,
al mismo tiempo, nuestra mente es nuestro cuerpo. La ira no es sólo una realidad
mental, porque lo corpóreo y lo mental están vinculados entre sí, no podemos
separarlos.
En el budismo, la formación del
cuerpo/mente se denomina namarupa. Namarupa es el
psicosoma, la mente-cuerpo como una única entidad. La misma realidad aparece en
algunas ocasiones como mente, y otras, como cuerpo.
Al observar a fondo la naturaleza de
las partículas elementales, los científicos han descubierto que algunas veces
se manifiestan como una onda, y otras, como una partícula. Una onda es muy
distinta de una partícula. Una onda no puede ser una partícula, sino sólo una
onda y una partícula no puede ser una onda, sino sólo una partícula. Pero la onda y la
partícula son la misma cosa.
Así que en lugar de llamar la onda o
partícula, la han llamado «ondícula», combinando las palabras onda y partícula. Éste es el nombre
que los científicos han dado a las partículas elementales.
Con la mente y el cuerpo ocurre lo
mismo. Nuestra visión dualista nos dice que la mente no puede ser el
cuerpo y que el cuerpo no puede ser la mente. Pero al observar a
fondo vemos que el cuerpo es la mente y que la mente es el cuerpo. Si logramos
superar la dualidad que ve la mente y el cuerpo como dos entidades
totalmente distintas, nos acercaremos más a la verdad.
Mucha gente empieza a darse cuenta de
que lo que le ocurre al cuerpo también le ocurre a la mente, y viceversa. La
medicina moderna sabe que la enfermedad del cuerpo puede proceder de una mente
enferma. Y la enfermedad de nuestra mente puede estar relacionada con un cuerpo
enfermo.
El consumo de
la ira
El cuerpo y la mente no son dos
entidades separadas, sino una sola. Si queremos dominar nuestra ira,
hemos de cuidar muy bien de nuestro cuerpo. Es muy importante prestar atención
a como comemos y que consumimos.
Somos lo que
comemos
Nuestra ira, frustración y
desesperanza tienen mucho que ver con nuestro cuerpo y con la comida que
ingerimos. Debemos desarrollar una estrategia para comer, para consumir, a
fin de protegernos de la ira y la violencia. El hecho de comer es un aspecto de
la civilización. La forma de cultivar los alimentos, la clase de comida que
ingerimos y el modo de comer tienen mucho que ver con la civilización, porque
las elecciones que efectuemos pueden generar la paz y aliviar el sufrimiento.
La comida que tomamos desempeña un
papel muy importante en la producción de nuestra ira.
La comida que ingerimos puede
contener ira. Cuando comemos carne de un animal que tiene la enfermedad
de las vacas locas, esa carne está llena de ira. Debemos también fijarnos en las
otras clases de comida que consumimos. Cuando comemos un huevo o pollo,
sabemos que ese huevo o ese pollo pueden contener mucha ira. Y como nos
alimentamos con ira, tenemos que expresarla.
Hoy en día los pollos se crían en
granjas avícolas modernas de producción intensiva en las que no pueden caminar,
correr, ni buscar la comida en la tierra.
Son alimentados por los humanos. Están
confinados en pequeñas jaulas en las que apenas pueden moverse. Noche y día han
de estar de pie. Imagina que no tuvieras derecho a caminar ni a correr. Imagina
que tuvieras que estar noche y día en el mismo lugar. Enloquecerías. Así que
los pollos enloquecen.
Para que las gallinas pongan más,
huevos, los granjeros crean el día y la noche artificialmente. Usan una
iluminación interior que acorta el día y la noche, así las gallinas creen que
ya han pasado las veinticuatro horas y producen más huevos. Estas gallinas están
llenas de ira, frustración y sufrimiento. Para expresar su ira y su frustración
atacan a las otras gallinas que haya su lado. Usan sus picos para picarse y
herirse entre ellas. Se hacen sangrar y sufrir, y mueren a causa de ello. Por eso los
granjeros les recortan ahora el pico, para evitar que se piquen unas a otras
por la gran frustración que sienten.
Cuando comes carne o huevos de esta
clase de gallinas, estás comiendo ira y frustración. Sé consciente de ello. Ten
cuidado con lo que comes. Si consumes ira, te convertirás en ella y la expresarás. Si
consumes desesperanza, expresarás desesperanza. Si consumes frustración,
expresarás frustración.
Hemos de comer huevos felices de
gallinas felices. Hemos de beber leche que no proceda de vacas furiosas.
Hemos de beber leche biológica de
vacas que se hayan criado en el campo. Hemos de hacer un esfuerzo para apoyar a
los granjeros que crían a los animales de una forma más humana. Debemos también
comprar verduras que se hayan cultivado en huertos biológicos. Son más caras
pero, para compensarlo, comemos menos, ya que podemos aprender a comer menos.
No sólo consumimos ira por medio de
la comida, sino también con nuestros ojos, nuestros oídos y nuestra conciencia.
El consumo de elementos culturales se relaciona también con la ira. Por eso es
tan importante desarrollar una estrategia para consumir.
Aquello que leemos en las revistas y
vemos en la televisión también puede ser tóxico. Puede contener ira y
frustración. Una película es como un bistec, puede estar llena de ira. Si la
consumes, estás comiendo ira, estás comiendo frustración. Los artículos de
los periódicos e incluso las conversaciones pueden también contener montones de
ira.
Tal vez te sientas a veces solo y
desees charlar con alguien. En una hora de conversación, las palabras de otra
persona pueden envenenarte con muchas toxinas. Podrías ingerir un montón de ira, que
más tarde expresarás. Por eso es tan importante ser conscientes de lo que
consumimos.
Cuando escuchas las noticias, lees un
artículo del periódico o hablas sobre algo con los demás, ¿estás ingiriendo la
misma clase de toxinas que ingieres cuando comes sin ser consciente de ello?
Comer bien,
comer menos
Hay quienes se refugian en la comida
para olvidar sus penas y su depresión.
Comer en exceso puede crear problemas al sistema digestivo y contribuir
a generar ira. O producir demasiada energía. Y si no sabes manejarla, se puede
transformar en la energía de la ira, el sexo y la violencia.
Cuando comemos bien, podemos comer
menos. Sólo necesitamos la mitad de la comida que ingerimos a diario. Para
comer bien hemos de masticar los alimentos unas cincuenta veces antes de
tragarlos. Cuando comemos lentamente y masticamos la comida hasta convertirla
en una especie de líquido, nuestros intestinos absorben mucho más sus elementos
nutritivos. Si comemos bien y masticamos la comida a conciencia, obtenemos más
elementos nutritivos que si comemos mucho pero sin digerir bien la comida.
Comer es una práctica profunda.
Cuando yo como, disfruto de cada bocado. Soy consciente de la comida, de lo que
estoy comiendo. Podemos practicar el ser conscientes de lo que comemos: sabemos
lo que estamos masticando
Masticamos la comida con mucho
cuidado y alegría. De vez en cuando dejamos de masticar para entrar en contacto
con los amigos, la familia o la sangha-la comunidad de practicantes que
comparten la mesa con nosotros. Valoramos el maravilloso hecho de estar
sentados aquí masticando esa comida, sin preocupamos por nada más. Cuando
comemos de manera consciente, no estamos comiendo o masticando nuestra ira,
nuestra ansiedad o nuestros proyectos, sino que masticamos la comida que los
demás han preparado con tanto amor. Es muy agradable.
Cuando la comida casi se ha licuado en
tu boca, experimentas su sabor con más intensidad y sabe buenísima. Quizá desees
masticar hoy de esta manera. Sé consciente de cada movimiento de tu boca.
Descubrirás que la comida te sabe deliciosa; aunque comas pan solo, sin
mantequilla ni mermelada, lo encontrarás riquísimo.
Tal vez desees también tomar un poco de leche. Yo nunca me la bebo, sino
que la mastico. Cuando me acerco un trozo de pan a la boca, lo mastico
durante un rato con plena conciencia y después bebo un traguito de leche. Me lo
introduzco en la boca y sigo masticando siendo consciente de ello. No sabes lo
delicioso que puede ser masticar solamente un poco de leche y pan.
Cuando la comida se ha vuelto líquida
y se ha mezclado con tu saliva, ya está medio digerida, así cuando llegue a tu
estómago y a tus intestinos, harás la digestión con suma facilidad.
Tu cuerpo absorberá la mayoría de
nutrientes del pan y de la leche. Además, mientras masticas, sientes una gran
alegría y libertad. Si comes de este modo, comerás menos de manera natural.
Cuando te sirvas la comida, sé consciente
de tus ojos. No confíes en ellos. Son tus ojos los que te empujan a
comer demasiado. Tú no necesitas comer tanto. Si sabes comer de manera consciente y
dichosa, descubrirás que sólo necesitas ingerir la mitad de la comida que tus
ojos te incitan a tomar. Te ruego que lo pruebes. Masticar una comida tan sencilla
como calabacines, zanahorias, pan y leche, puede convertirse en el mejor manjar
de tu vida. Es una experiencia maravillosa.
Muchos de los que estamos en Plum
Village, nuestro centro de práctica en Francia, hemos comido de esta forma,
masticando con plena conciencia y muy despacito. Intenta comer así, ya que
ayudará a tu cuerpo a sentirse mucho mejor y, por tanto, a tu espíritu y a tu
conciencia.
Nuestros ojos son más grandes que
nuestro estómago. Hemos de infundirles la energía de la plena conciencia
para saber exactamente la cantidad de comida que necesitamos.
El término chino para el cuenco de mendigar que usa un monje o una monja
significa «el utensilio para la medida adecuada». Nosotros usamos
este tipo de cuenco para que los ojos no nos engañen. Cuando la comida llega al
borde del cuenco, sabemos que ya tenemos más que suficiente. Sólo tomamos esa
cantidad de comida.
Si puedes comer de esta manera, podrás
comprar menos comida. Y cuando compres menos comida, podrás comprar comida
biológica. Es algo que todos podemos hacer, tanto si vivimos solos como con
nuestra familia. Y supondrá además una gran ayuda para los granjeros que desean
ganarse la vida cultivando alimentos biológicos.
Todos necesitamos una dieta basada en
nuestro deseo de amar y ayudar a los demás. Una dieta basada en nuestra
inteligencia. Los Cinco Ejercicios de Concienciación son el camino que nos
libera del sufrimiento, tanto al mundo entero como a cada uno de nosotros como
individuos (véase el texto completo en el apéndice A). Observar
profundamente nuestro modo de consumir constituye la práctica del Quinto
Ejercicio de Concienciación.
Este ejercicio de concienciación se
relaciona con la práctica del consumo consciente, de seguir una dieta que nos
libere a nosotros y a la sociedad. Como somos conscientes del sufrimiento que
produce el consumo irreflexivo, nos comprometemos a:
...conservar en buen estado mi salud,
tanto física como mental, la de mi familia y la de mi sociedad, haciendo la
práctica de comer, beber y consumir de forma consciente.
Me comprometo a consumir únicamente
productos que mantengan la paz, el bienestar y la alegría en mi cuerpo, en mi
conciencia, en el cuerpo colectivo y en la conciencia de mi familia y de la
sociedad. Estoy decidido a no consumir alcohol ni ninguna otra sustancia
intoxicante, y a no ingerir alimentos u otros productos que contengan toxinas,
como algunos programas de televisión, revistas, libros, películas y
conversaciones...
Si deseas ocuparte de tu ira, tu
frustración y tu desesperanza, debes plantearte vivir de acuerdo con este ejercicio
de concienciación.
Si bebes alcohol siendo consciente de
ello, verás que este hábito produce sufrimiento. La ingestión de alcohol causa
enfermedades en el cuerpo y en la mente, y muertes en la carretera. La
fabricación del alcohol también conlleva sufrimiento. El uso de los cereales
que se emplean para producirlo está relacionado con la falta de alimentos en el
mundo. Comer y beber con plena conciencia puede darnos esta liberadora
percepción.
Comenta con los seres queridos, con
los miembros de tu familia, aunque los hijos sean aún pequeños, la estrategia
que podéis seguir para consumir de manera consciente. Los niños lo entenderán,
así que deben participar en esta conversación. Juntos podéis decidir qué es lo
que comeréis y beberéis, qué programas de la, televisión veréis, qué leeréis y
qué tipo de conversaciones mantendréis. Esta estrategia es para protegeros.
No podemos hablar de la ira ni de cómo
manejarla si no prestamos atención a todo lo que consumimos, porque la ira no
es distinta de todas esas cosas. Trata con tu comunidad la estrategia
que podéis seguir para consumir de manera consciente.
Apagar el fuego de
la ira
Cuando alguien dice o hace algo que
nos hace enojar, sufrimos. Tendemos a decir o hacer algo en respuesta para
hacerle sufrir con la esperanza de que suframos menos. Pensamos: «Quiero castigarte,
quiero hacerte sufrir porque me has hecho sufrir. Y cuando te vea padecer
mucho, me sentiré mejor».
Muchos creen en esta práctica tan
pueril, pero en realidad cuando haces sufrir a otra persona, ésta intentará
encontrar alivio haciéndote sufrir más. Y el resultado es que vuestro
sufrimiento irá aumentando. Pero ninguno de los dos necesitáis un castigo, sino
compasión y ayuda.
Cuando te enojes, vuelve a ti mismo y
cuida de tu ira. Y cuando alguien te haga sufrir, regresa a ti mismo y cuida
de tu sufrimiento, de tu ira. No digas ni hagas nada, porque cualquier cosa que digas o
hagas en un estado de ira podría estropear más tu relación.
|
|
|
|
La mayoría no lo hacemos, no queremos volver a nosotros mismos, sino perseguir a esa persona para castigarla. Pero si tu casa se está incendiando, lo más urgente es volver a ella e intentar apagar el fuego, y no echar a correr detrás del que crees que la ha incendiado, porque si lo haces, tu casa se quemará mientras te dedicas a atraparle.
Y eso no es actuar prudentemente. Debes regresar y apagar el fuego. O sea, que cuando estás enojado, si sigues relacionándote o discutiendo con la otra persona, si intentas castigarla, estás actuando exactamente como alguien que se pone a perseguir a un pirómano mientras su propia casa está ardiendo.
Herramientas para apagar las llamas
El Buda nos dio unas herramientas muy eficaces para apagar
el fuego que hay en nuestro interior: el método de respirar y de andar de manera consciente, el método de abrazar nuestra ira y de observar profundamente la naturaleza de nuestras percepciones, y el método de observar a fondo a los demás para comprender que también sufren mucho y necesitan nuestra ayuda. Estos métodos son muy prácticos y proceden directamente del Buda.
Inspirar de manera consciente es saber que el aire está entrando en tu cuerpo, y exhalar de manera consciente es saber que tu cuerpo está cambiando el aire.
Así estás en contacto con el aire y con tu cuerpo, y como tu mente está atenta a la respiración, también estás en contacto con ella; tal como es. Sólo necesitas una respiración consciente para volver a entrar en contacto contigo mismo y con el mundo que te rodea, y tres respiraciones conscientes para mantener este contacto.
Siempre que no estás de pie, sentado o tendido, estás yendo a alguna parte. Pero ¿adónde vas? Tú ya has llegado. Con cada paso, puedes llegar al momento presente, puedes entrar a la Tierra Pura, en el Reino de Dios. Cuando desde una punta de la habitación te dirijas a la otra, sé consciente del contacto que mantienen tus pies con el suelo y del contacto del aire mientras entra en tu cuerpo.
Esto te ayudará a descubrir cuántos pasos puedes dar cómodamente durante una inspiración y durante una exhalación. Mientras inspires, di «inspirando», y mientras espires, di «espirando». De ese modo, estarás practicando todo el día la meditación de caminar. Es una práctica que se puede hacer constantemente y que tiene, por tanto, el poder de transformar nuestra vida cotidiana.
A mucha gente le gusta leer libros sobre las distintas tradiciones espirituales o sobre rituales, pero no desea practicar demasiado las enseñanzas que aparecen en ellos.Las enseñanzas pueden transformamos, al margen de la religión o la tradición espiritual a la que pertenezcamos, si estamos dispuestos a practicar. Nos transformará de ser un mar de fuego a un refrescante lago.
Y entonces no sólo dejaremos de sufrir, sino que además nos convertiremos en una fuente de alegría y felicidad para todos los que nos rodean.
¿Qué aspecto tenemos cuando nos enojamos?
Siempre que te enojes, coge un espejo y mírate en él.
Cuando estás enojado no tienes un rostro muy hermoso, no estás presentable. Los cientos de músculos que hay en tu cara se tensan y ésta parece una bomba a punto de estallar.Mira a alguien que esté enojado. Ver la tensión que hay en su rostro te asustará. La bomba que hay en él puede estallar en cualquier momento. Es muy conveniente observarte en esos momentos, cuando estás enojado, ya que es como el toque de la campana que te recuerda que seas consciente. Cuando te ves con ese aspecto, sientes deseos de cambiar. Para tener un rostro más hermoso, ya sabes lo que has de hacer. No te hace falta ponerte ningún cosmético, lo único que necesitas hacer es respirar con calma y tranquilidad, y sonreír de manera consciente.
Si puedes hacerlo una o dos veces, tu cara será mucho más hermosa. Mírate al espejo, inspira con calma, espira sonriendo, y te sentirás mucho mejor.
La ira es un fenómeno mental y psicológico, y sin embargo está estrechamente relacionada con elementos biológicos ybioquímicos. La ira tensa tus músculos, pero cuando sabes cómo sonreír, empiezas a relajarte y la ira disminuye.
Sonreír permite que la energía de ser consciente nazca en tiy te ayuda a abrazar la ira que sientes.
Antaño los sirvientes de los reyes y las reinas debían llevar siempre un espejito, porque cuando alguien se presentaba ante los monarcas, debía tener un aspecto impecable. Así que, por razones de etiqueta, la gente llevaba siempre una bolsa con un espejito dentro. Intenta hacerlo. Lleva un espejo contigo y mírate en él para ver en qué estado estás. Después de haber inspirado y espirado varias veces y de haberte sonreído a ti mismo, la tensión habrá desaparecidoy te sentirás mejor.
La ira es como un bebé que berrea,
sufre y, llora. El bebé necesita que su madre
lo abrace. Tú eres la madre del bebé, de la ira que surge en ti. En el momento
que empieces a practicar el inspirar y espirar de manera
consciente, tendrás la energía de una madre y podrás acunar y abrazar a tu bebé. Limítate a abrazar la ira que sientes,
inspirando y espirando; no necesitas
hacer nada más. Y el bebé se sentirá mejor en el acto.
Todas las plantas se alimentan del
sol. Todas son sensibles a él. Cualquier vegetación que sea abrazada por el sol
experimentará una transformación.
De madrugada las flores aún no se han
abierto, pero cuando al amanecer sale el sol, las abraza e intenta penetrar en
ellas. La luz del sol está formada por partículas diminutas, por fotones. Los
fotones van penetrando poco a poco en la flor uno tras otro hasta llenarla de
ellos. En ese momento la flor no puede resistir más y ha de abrirse a la luz
del sol.
Del mismo modo, todas las formaciones
tanto mentales corno fisiológicas que hay en nosotros son sensibles a la
energía de ser conscientes. Si la plena conciencia está ahí, abrazando tu cuerpo, éste
se transformará. Si la plena conciencia está ahí, abrazando tu ira o tu
desesperanza, éstas también se transformarán. Según el Buda y según nuestra
experiencia, cualquier cosa que sea abrazada por la energía de la plena
conciencia experimentará una transformación.
La ira que hay en ti es corno una flor. Al principio
quizá no comprendas su naturaleza, o por qué ha surgido. Pero si sabes abrazarla
con la energía de ser consciente, empezará a abrirse. Para generar la
energía de la plena conciencia y abrazar la ira que sientes puedes permanecer
sentado, siguiendo tu respiración, o practicar la meditación caminando. Al cabo
de diez o veinte minutos tu ira se habrá abierto ante ti y verás de pronto su
verdadera naturaleza. Quizá haya surgido a causa de alguna percepción errónea o
por falta de habilidad.
Para que la flor de la ira se abra,
necesitas alimentar la plena conciencia en ti durante cierto tiempo. Es como cuando
cocinas patatas: -las introduces en la olla, la tapas y enciendes el
fogón. Pero por muy potente que sea la llama, si apagas el fuego al cabo de
cinco minutos, las patatas no se habrán cocido. Para que se cocinen bien, el
fuego ha de estar encendido al menos durante quince o veinte minutos. Y
después, levantas la tapa y hueles el maravilloso aroma de las patatas cocidas.
La ira que hay en ti es como las patatas, ha de cocinarse. Al principio
está cruda y, como bien sabes, las patatas crudas no se pueden comer. Es
difícil poder disfrutar de tu ira, pero si sabes cómo cuidar de ella y
cocinarla, la energía negativa de la ira se convertirá en la energía positiva
de la comprensión y la compasión.
Tú puedes hacerla. No es algo que
sólo un Gran Ser pueda realizar, sino que tú también puedes conseguirlo.
Puedes transformar la basura de tu ira
en la flor de la compasión.
Muchos de nosotros podemos hacerla en
tan sólo quince minutos.
El secreto radica en seguir
practicando el respirar de manera consciente, el andar de manera consciente, y
generar la energía de ser consciente para abrazar tu ira.
Abrázala con mucha ternura. La ira no es tu
enemiga, sino tu bebé. Es como el estómago o los pulmones.
La ira
Cada vez que tienes algún problema en
los pulmones o en el estómago, no piensas en desprenderte de ellos. Lo mismo
ocurre con la ira. La aceptas porque sabes que debes cuidar de ella,
transformarla en energía positiva.
El jardinero ecológico no arroja la
basura porque sabe que la necesita. Puede transformar la basura en abono
orgánico, para que éste a su vez se vuelva a transformar en lechugas, pepinos,
rábanos y flores. En tu condición de practicante, tú eres una especie de
jardinero, de jardinero ecológico.
Tanto la ira como el amor tienen una
naturaleza orgánica, lo cual significa que ambos pueden cambiar. El amor puede
transformarse en odio. Tú ya lo sabes muy bien.
Muchos de nosotros empezamos una
relación sintiendo un gran amor, un amor muy intenso, tan intenso que creemos
que sin nuestra pareja no podemos vivir. Sin embargo, si no ponemos en práctica
el ser conscientes, al cabo de uno o dos años nuestro amor acaba
transformándose en odio.
Y entonces, al estar con nuestra pareja, tenemos el sentimiento opuesto,
nos sentimos fatal. Nos resulta imposible seguir viviendo juntos, así que el
divorcio es la única alternativa que nos queda; nuestra flor se ha convertido en
basura. Pero con la energía de la plena conciencia, puedes observar la
basura y decir: «No tengo miedo. Soy capaz de volver a transformar la
basura en amor».
Si ves que en ti hay elementos de
basura, como el miedo, la desesperanza o el odio, no te dejes llevar por el
pánico. Como buen jardinero ecológico, como buen practicante, puedes
afrontarlo: «Reconozco que en mí hay basura. Voy a transformar esta
basura en un nutritivo abono orgánico para que el amor vuelva a aparecer».
Quienes confían en la práctica no
piensan en huir corriendo de una relación difícil. Cuando conoces las técnicas
de respirar, caminar, sentarte y comer de manera consciente, puedes generar la
energía de ser consciente y abrazar la ira o la desesperanza cuando surjan. Por
el mero hecho de abrazarlas ya te sentirás mejor, y mientras sigues
abrazándolas, puedes practicar el observar a fondo su naturaleza.
La práctica tiene dos etapas. La
primera es la de abrazar y reconocer: «Querida ira, sé que estás ahí. Me estoy
ocupando muy bien de ti». Y la segunda es observar a fondo la naturaleza de la
ira para averiguar cómo ha surgido.
Has de ser como una madre que está
atenta por si su bebé llora. Si una madre está trabajando en la cocina y oye
que su bebé llora, deja lo que está haciendo y va a tranquilizarlo.
Quizá estuviera cocinando una sopa
muy rica; la sopa es importante, pero lo es mucho menos que el sufrimiento de
su bebé. Ella deja de cocinar la sopa y se dirige a la habitación de su hijo.
Cuando entra en ésta es como si hubiera llegado el sol porque la madre está
llena de calidez, interés y ternura. Lo primero que hace es coger en brazos al
bebé y abrazarlo tiernamente. Cuando la madre lo abraza, su energía penetra en
él y lo tranquiliza. Eso es exactamente lo que tienes que aprender a hacer
cuando la ira empiece a surgir. Debes dejar cualquier cosa que estés haciendo,
porque la tarea más importante es volver a ti mismo y ocuparte de tu bebé, tu
ira. Nada es más urgente que cuidar muy bien de tu bebé.
¿Te acuerdas que cuando eras pequeño
y tenías fiebre aunque te dieran una aspirina o alguna otra medicina no te
sentías mejor hasta que tu madre venía y te ponía la mano sobre la ardorosa
frente? ¡Qué agradable era! Su mano era como la de una diosa. Cuando te tocaba
con ella, entraba en tu cuerpo una oleada de frescor, amor y compasión. La mano
de tu madre es tu propia mano. Su mano sigue viviendo en la tuya si tú sabes
cómo inspirar y espirar, y ser consciente. De ser así, cuando te toques la
frente con tu propia mano, sentirás que la mano de tu madre sigue ahí, tocando
tu frente. Gozarás de la misma energía de amor y ternura.
La madre sostiene atentamente a su
bebé, concentrándose totalmente en él.
El bebé se siente mucho mejor porque
su madre lo sostiene con ternura, es como una flor abrazada por el sol. Ella
sostiene a su hijo no sólo para abrazarlo, sino para averiguar qué le ocurre.
Como es una verdadera madre y tiene mucho talento, descubre enseguida qué le
pasa a su hijo. Es una especialista en bebés.
Como practicantes, hemos de ser
especialistas en la ira.
Hemos de ocupamos de ella, practicar hasta que entendamos las raíces de
nuestra ira y cómo funciona.
Sosteniendo atentamente a su bebé, la
madre descubre rápidamente la causa de su sufrimiento, y entonces le es muy
fácil corregir la situación. Si el bebé tiene fiebre, le dará una medicina para
que desaparezca. Si tiene hambre, lo alimentará con leche calentita. Si el
pañal está demasiado apretado, se lo aflojará.
Como practicantes, hemos de hacer
exactamente esto. Sostendremos al bebé de nuestra ira con tanta atención que
nos sentiremos mejor. Después haremos la práctica de respirar y caminar de
manera consciente, como si estuviéramos cantando una nana al bebé de nuestra
ira. Y entonces la energía de la plena conciencia penetrará en la energía de la
ira, exactamente de la misma forma que la energía de la madre penetra en la del
bebé. No hay ninguna diferencia. Si sabes hacer la práctica de la respiración
consciente, de sonreír y de meditar caminando, seguro que te sentirás mejor al
cabo de cinco, diez o quince minutos.
|
|
|
|
En el momento que te enojas, tiendes a creer que tu desdicha la ha creado otra persona, y la culpas de tu sufrimiento. Pero al observarlo más a fondo, quizá descubrasque el principal causante de tu sufrimiento es la semilla de la ira que hay en ti. Muchas otras personas, al afrontar la misma situación, no se enojarán como tú. Oyen las mismas palabras, ven la misma situación y, sin embargo, son capaces de mantenerse tranquilas y no se dejan llevar por las emociones.
¿Por qué te enojas tú con tanta facilidad? Quizá te ocurre porque la semilla de la ira que hay en ti es demasiado fuerte. Y como no has practicado los métodos para cuidar de tu ira, en el pasado la semilla de la ira se ha regado con demasiada frecuencia.
Todos tenemos una semilla de la ira en el fondo de nuestra conciencia. Pero en algunos de nosotros, esa semilla es más grande que otras semillas, como las del amor o la compasión. La semilla de la ira puede ser más grande porque en el pasado no hemos practicado. Cuando empezamos a cultivar la energía de ser conscientes, la primera percepción que tenemos es que la principal causa de nuestro sufrimiento, de nuestra desdicha, no es otra persona, sino la semilla de la ira que hay en nosotros, y dejamos entonces de culpar a los demás de nuestro sufrimiento.
Comprendemos que esa persona es sólo una causa secundaria. Cuando tienes esta clase de percepción te sientes mucho mejor. Pero la otra persona puede seguir viviendo en un infierno porque no sabe cómo practicar. Una vez te has ocupado de tu ira, ves que esa persona aún está sufriendo, así que ahora puedes centrar tu atención en ella.
Ayudar en vez de castigar
Cuando alguien no sabe cómo manejar su propio sufrimiento, deja que se extienda a la gente de su alrededor. Cuando tú sufres, haces sufrir a la gente que terodea. Es algo muy natural.
Por eso hemos de aprender a manejar nuestro sufrimiento, para que
No lo vayamos repartiendo por ahí.
Cuando eres el cabeza de familia, por ejemplo, sabes que el bienestar de los miembros de tu familia es muy importante. Como tienes compasión, no dejas que tu sufrimiento haga daño a los que te rodean. Practicas el aprender a manejar tu sufrimiento porque sabes que no es una cuestión individual, y que tu felicidad tampoco lo es.
Cuando alguien está enojado y no sabe cómo manejar su ira, se siente impotente, sufre. Y también hace sufrir a los que le rodean. Al principio sientes que la persona que te enoja se merece un castigo. Deseas castigarla porque te ha hecho sufrir.
Pero después de diez o quince minutos de meditar caminando y de observar de manera consciente, descubres que en vez de castigo lo que necesita es ayuda. Y ésa es una buena percepción.
Esa persona puede ser muy cercana a ti, quizá tu esposa o tu marido. Si tú no la ayudas, ¿quién va a hacerlo?
Como sabes abrazar tu ira, ahora te sientes mucho mejor, pero ves que la otra persona sigue sufriendo. Esta percepción te mueve a acercarte a ella de nuevo. Nadie más puede ayudarla, excepto tú. Ahora sientes un gran deseo de volver y ayudarla. Es una actitud totalmente distinta a la que antes tenías, ya no deseas castigarla. Tú ira se ha transformado en compasión.
La práctica de ser consciente conduce a la concentración y a la percepción interior. La percepción es el fruto de la práctica, y puede ayudarnos a perdonar y a amar a los demás. Practicar durante quince minutos o media hora el ser consciente, el concentrarte y el observar las percepciones interiores puede liberarte de tu ira y convertirte en una persona afectuosa. Ésa es la fuerza del Dharma, el milagro del Dharma.
Había un chico de doce años que venía
a Plum Village cada verano para practicar con otros jóvenes.
Tenía un problema con su padre,
porque cada vez que cometía un error o se caía y se lastimaba, su padre en vez
de ayudarle, le gritaba y le insultaba diciendo: « ¡Qué estúpido eres! ¿Cómo
puedes hacerte algo así?». Le gritaba sólo porque se había caído y se había hecho
daño. Así que para él su progenitor no era una persona afectuosa ni un buen
padre. Se prometió que al crecer, casarse y tener hijos, nunca los trataría de
ese modo. Si mientras estaba jugando su hijo se caía y se lastimaba sangrando un poco,
en vez de gritarle le abrazaría e intentaría ayudarle.
El segundo año que estuvo en Plum
Village vino con su hermana pequeña. Mientras su hermanita jugaba con otras
niñas en la hamaca, de pronto se cayó al suelo. Se golpeó la cabeza con una
roca y su cara empezó a cubrirse con hilillos de sangre. De repente aquel chico
sintió que la energía de la ira estaba surgiendo en él. Estuvo a punto de
gritar a su hermana: « ¡Qué estúpida eres! ¿Cómo puedes hacerte algo así?».
Estuvo a punto de hacer lo mismo que su padre había hecho con él. Pero como
había practicado en Plum Village durante dos veranos, pudo contenerse. En lugar de
gritarle, se puso a practicar el caminar y el respirar de manera consciente
mientras los demás ayudaban a su hermana. En sólo cinco minutos experimentó un
momento de iluminación. Vio que su reacción, su ira, era una especie de energía
habitual que su padre le había transmitido. Se había vuelto exactamente como su
padre, era la continuación de él.
No quería tratar a su hermana del
mismo modo, pero la energía que le había transmitido su padre era tan fuerte
que estuvo a punto de actuar igual que éste se había comportado con él.
Para un chico de sólo doce años, es
un buen despertar.
Siguió haciendo la práctica de caminar
y de pronto sintió un intenso deseo de practicar para transformar esa energía
habitual, para no transmitirla a sus hijos. Sabía que sólo la práctica de ser
consciente le ayudaría a detener ese ciclo de sufrimiento.
El chico vio además que su padre era
también víctima de la transmisión de la ira. Probablemente no quería tratarle
de aquel modo, pero lo había hecho porque la energía habitual que había en él
era demasiado fuerte. En el momento que tuvo esa percepción, que su padre
también era víctima de la transmisión, toda la ira que sentía hacia él
desapareció. Algunos minutos más tarde tuvo de repente el deseo de volver a
casa e invitar a su padre a practicar con él. Para ser sólo un chico de doce
años, tuvo una comprensión muy profunda.
Cuando entiendes el sufrimiento de
otra persona, puedes transformar tu deseo de castigarla, y entonces sólo deseas
ayudarla. En ese momento sabes que tu práctica ha tenido éxito. Eres un buen
jardinero.
Dentro de cada uno de nosotros hay un
jardín, y cada practicante debe volver a él y cuidarlo. Quizá en el pasado no
te hayas ocupado de él. Debes saber exactamente qué es lo que ocurre en tu
propio jardín e intentar ponerlo en orden. Recupera su belleza y armonía. Si
está bien cuidado, mucha gente disfrutará de él.
Ocupándote de
ti mismo, ocupándote de los demás
Cuando éramos niños nuestro padre y
nuestra madre nos enseñaron a respirar, a andar, a sentarnos, a comer y a
hablar. Pero cuando empezamos a practicar, volvemos a nacer como seres
espirituales. Hemos de aprender a respirar de nuevo, con plena conciencia.
Aprendemos a andar de nuevo, con
plena conciencia.
Deseamos aprender a escuchar de
nuevo, siendo conscientes de ello y con compasión. Deseamos aprender de nuevo a
hablar, con el lenguaje del amor, para honrar nuestro compromiso original:
«Cariño, estoy sufriendo. Estoy
enojado. Deseo que lo sepas».
Esto expresa que eres fiel a tu
compromiso. «Cariño, estoy haciendo todo lo que puedo. Estoy cuidando
muy bien de mi ira. Por mí y también por ti. No quiero estallar, destruirme a
mí mismo ni destruirte a ti. Estoy haciendo todo lo posible. Estoy poniendo en
práctica lo que he aprendido de mi maestro, de mi sangha».
Esta fidelidad con tu compromiso
inspirará respeto y confianza en la otra persona. Y, por último: «Cariño, necesito
tu ayuda». Es una frase muy fuerte porque normalmente cuando estás enojado
tiendes a decir: «No te necesito».
Si puedes decir estas tres frases con
sinceridad, de corazón, tendrá lugar una transformación en la otra persona.
No puedes dudar del efecto de esta práctica.
Además tu conducta influirá en la otra persona para que también empiece a
practicar. Ella pensará: «Me es fiel. Está
cumpliendo su compromiso. Está haciendo todo lo que puede. Yo debo hacer lo
mismo».
Así que al cuidar de ti mismo, estás
cuidando de tu ser querido. Amarte a ti mismo es la base para tu capacidad de amar a
otra persona. Si no cuidas de ti, si no eres feliz, si no estás tranquilo, no
podrás hacer feliz a otra persona. No podrás ayudarla, ni amarla. Tu
capacidad de amar a otra persona depende por completo de tu capacidad de amarte
a ti mismo, de cuidar de ti.
Muchos de nosotros tenemos aún un
niño herido viviendo en nuestro interior. Quizá las heridas nos las hayan
producido nuestro padre o nuestra madre. O tal vez a nuestro padre le hirieran
de niño. A nuestra madre también pueden haberla herido cuando era niña.
Como no supieron curar las heridas de
su infancia, nos las han transmitido. Si nosotros no sabemos transformar y
curar las heridas que hay en nosotros, las vamos a transmitir a nuestros hijos
y nietos. Por eso hemos de volver al niño herido que hay en nosotros y
ayudarle a curarse.
A veces el niño herido que hay en
nosotros necesita nuestra atención. Ese niño pequeño puede aflorar de las
profundidades de nuestra conciencia y pedir nuestra atención. Si eres
consciente, oirás su voz pidiendo ayuda. En ese momento, en lugar
de contemplar un bello amanecer, vuelve a ti mismo y abraza tiernamente al niño
herido que hay en ti. «Inspirando, vuelvo con el niño herido que hay en mí;
espirando, cuidaré muy bien de mi niño herido.»
Para cuidar de nosotros mismos,
debemos volver y cuidar del niño herido que hay en nuestro interior. Has de
practicar cada día el volver a tu niño herido. Debes abrazarlo tiernamente,
como si fueras un hermano o una hermana mayor. Has de hablarle. Y también puedes
escribir una carta al niño pequeño que hay en ti, de dos o tres páginas, para
decir que reconoces su presencia y que harás todo lo posible para curar sus
heridas.
Cuando hablamos de escuchar con
compasión, normalmente creemos que se refiere a escuchar a otra persona. Pero
también debemos escuchar al niño herido que hay en nuestro interior. Está en
nosotros aquí, en el momento presente. Y podemos curarlo ahora mismo.
«Mi querido niño herido, estoy aquí
por ti, listo para escucharte. Por favor, cuéntame tu sufrimiento, muéstrame
todo tu dolor. Estoy aquí, escuchándote de veras.» Y si sabes
volver a él, escucharle cada día durante cinco o diez minutos, la curación
tendrá lugar. Cuando subas una bella montaña invita al niño que hay dentro de
ti a subir contigo. Cuando contemples una hermosa puesta de sol, invítale a
disfrutarla contigo.
Si lo haces durante algunas semanas o meses, el niño herido que hay en
ti se curará. La plena conciencia es la energía que puede ayudarnos a hacerlo.
Cómo
convertimos en personas libres
Un minuto de práctica es un minuto
generando la energía de ser consciente. No viene de fuera de ti, sino de
dentro. La energía de la plena conciencia es la energía que nos ayuda a estar
aquí, a estar plenamente presentes aquí y ahora. Cuando bebes té siendo consciente de
ello, tu cuerpo y tu mente están en perfecta unión. Tú eres real, y el té que
bebes también se vuelve real. Cuando estás sentado en una cafetería ambientada
con una fuerte música de fondo y tienes un montón de proyectos en tu cabeza, no
estás realmente bebiendo el café o el té que has pedido, sino tus proyectos y
preocupaciones. Tú no eres real, ni el café tampoco. El té o el café
que estás tomando sólo pueden revelarse como una realidad cuando vuelves a ti
mismo y estás realmente presente, libre del pasado, del futuro y de todas tus
preocupaciones.
|
|
|
|
Cuando tú eres real, el té también se
vuelve real, y el encuentro entre tú y el té también lo es. Beber de veras té
consiste en eso.
Puedes organizar una meditación del
té para que tus amigos tengan la oportunidad de practicar el estar realmente
presentes para disfrutar de una taza de té y de la presencia de cada uno. La
meditación del té constituye una práctica. Es una práctica para ayudarnos a ser
libres. Si aún estás atado al pasado y éste te persigue, si temes
aún el futuro, si te dejas arrastrar por tus proyectos, tu miedo, tu ansiedad y
tu ira, no eres una persona libre. No estás plenamente presente aquí y
ahora, de modo que no gozas realmente de la vida. Ni tampoco del té, de otra
persona, del cielo azul ni de la flor.
Para estar de veras vivo, para sentir la vida
profundamente, debes ser una persona libre. Cultivar el ser consciente puede
ayudarte a ser libre.
La energía de la plena conciencia es
la energía de estar presente, con el cuerpo y la mente unidos. Cuando practicas
el respirar o caminar conscientemente, te liberas del pasado, del futuro y de
tus proyectos, y te vuelves totalmente vivo y presente de nuevo. La libertad es
la condición básica para poder sentir la vida, para percibir el cielo azul, los
árboles, los pájaros, el té y a la otra persona. Por eso la práctica de ser
consciente es tan importante. Sin embargo, para poder hacerla no necesitas
entrenarte durante muchos meses, sino que una hora de práctica puede ya
ayudarte a ser más consciente.
Ejercítate a beber el té siendo
consciente de ello, para ser una persona libre mientras lo bebes. Ejercítate para
ser una persona libre mientras preparas el desayuno. Cualquier momento
del día te brinda la oportunidad de ejercitarte a ser consciente y generar esta
energía.
«Cariño, sé que
estás ahí y soy muy feliz»
Si eres consciente puedes reconocer
aquello que está ahí en el momento presente, incluyendo a la persona a la que
amas. Si puedes decir a la persona amada: «Cariño, sé que estás ahí, y soy muy feliz»,
eso demuestra que eres una persona libre. Demuestra que eres consciente, que
tienes la capacidad de valorar, de apreciar lo que está ocurriendo en el
momento presente. Lo que está ocurriendo en el momento presente es la vida
misma. Tú sigues estando vivo y la persona a la que amas también está ahí,
viva, frente a ti.
Es muy importante que cultives en ti
una plena conciencia. Abrazas a la otra persona con esa energía. La observas
con afecto y dices: «Cariño, es maravilloso que estés aquí y con vida. Me hace
realmente feliz».
No sólo tú eres feliz, sino que la otra persona también lo ES, porque la has abrazado con tu plena conciencia. Cuando sabes
estar con ella de ese modo, tenéis muchas menos probabilidades de enojaros.
Todo el mundo puede hacerlo, y no
tienes que practicarlo durante ocho meses para lograrlo. Sólo necesitas
respirar o caminar de manera consciente durante uno o dos minutos para volver a
estar aquí y ahora, para volver a estar vivo. Después te acercas a la otra
persona, la miras a los ojos, le sonríes y le dices: «Cariño, es tan
maravilloso que estés aquí y con vida. Me hace muy feliz».
El ser consciente hace que tú y la
otra persona seáis felices y libres. Aunque ella esté atrapada en sus
preocupaciones, su ira y su olvido, con tu plena conciencia puedes salvarla a
ella y a ti mismo. La plena conciencia es la energía del Buda, la energía de la
Iluminación. El Buda está presente siempre que seas consciente, y os está
abrazando a los dos con sus amorosos brazos.
El lenguaje del
verdadero amor
Una conversación para hacer las paces
Practicamos con nuestra familia, con
nuestros amigos espirituales porque solos no podemos triunfar fácilmente.
Necesitamos aliados. En el pasado nos aliamos para hacernos sufrir más, para
aumentar la ira. Pero ahora deseamos aliamos para cuidar del pesar, la ira o la
frustración que sentimos. Queremos negociar una estrategia para alcanzar la paz.
Inicia una conversación para hacer
las paces con tu ser querido: «Cariño, en el pasado nos hemos hecho sufrir mucho. Los dos
hemos sido víctimas de la ira. Hemos convertido nuestra vida en un infierno.
Ahora, deseo cambiar. Quiero que nos aliemos, para protegemos el uno al otro,
para practicar y transformar nuestra ira juntos. A partir de ahora vamos a
crear una vida mejor, basada en la práctica de ser conscientes. Cariño,
necesito tu ayuda, necesito tu apoyo. Y también tu colaboración, ya que sin ti
no puedo triunfar».
Has de decir estas palabras a tu
pareja, a tu hijo o a tu hija, ya es hora de que lo hagas. Esto es el
despertar, el amor. Quizá consigas cierta iluminación al escuchar durante cinco
minutos una charla sobre el Dharma, pero debes conservar esa iluminación en tu
vida cotidiana, para poder llevarla a tu hogar y empezar a aplicarla a tu vida
cotidiana.
A medida que la iluminación vaya
creciendo en ti, la confusión y la ignorancia irán retirándose. No sólo
influirá en tus pensamientos, sino también en tu cuerpo y en tu modo de vivir.
De ahí que sea tan importante que te dirijas a tu pareja, a tu ser amado, y
negocies una estrategia para hacer las paces, para consumir conscientemente y
protegeros el uno del otro. Debes sacar lo mejor que hay en ti, tu talento, tu
habilidad, todo, para triunfar en esta negociación familiar para no haceros
sufrir más. Deseas empezar de nuevo, transformarte a ti mismo. Depende
de ti que convenzas a la otra persona.
El
restablecimiento de la comunicación
Cierto joven estadounidense estuvo sin
hablar con su padre durante cinco años. Le era imposible mantener una
conversación con él. Un día entró en contacto con el Dharma y le impactó
profundamente. Como deseaba volver a empezar, cambiar su vida, se hizo
monje.
Lleno de entusiasmo por aprender, vivió con la sangha de
Plum Village durante tres o cuatro meses demostrando que era capaz de ser
monje. A partir del día que
llegó a nuestro centro, practicó el consumir conscientemente, la meditación
caminando y la, meditación sentado, participando en todas las actividades de la sangha.
No esperaba nada de su padre, se limitó a cambiarse a sí mismo.
Gracias a su modo de vivir y a haber hecho las paces consigo mismo, pudo
escribir a su padre cada semana. Sin
esperar a que le respondiera, le contó la práctica que hacía y las pequeñas
alegrías que experimentaba cada día. Seis meses más tarde descolgó el teléfono
e inspiró y espiró conscientemente, lo cual le ayudó a estar tranquilo. Después
marcó el número de su padre y éste le contestó. Sabía que su hijo se había
hecho monje y estaba muy enfadado por ello. Lo primero que le dijo fue:
«¿ Aún estás con ese grupo? ¿Todavía eres un monje? ¿Qué futuro
tienes?». El joven contestó: «Papá, ahora mi preocupación principal es mantener
una buena relación contigo, eso me haría muy feliz, ya que para mí es lo más
importante. Lo único
que me importa es volver a comunicarme contigo, volver a estar cerca de ti.
Para mí eso es lo más importante, más que mi propio futuro».
Su padre se mantuvo en silencio durante un buen rato. El joven
monje continuó con su respiración. Al final, el padre dijo: «Está bien, lo
acepto. Para mí también es muy importante». De modo que la ira no era lo único
que el padre sentía por su hijo.
En muchas cartas aquel joven le había
contado cosas muy bellas que habían alimentado los elementos positivos que
había en su padre. A partir de aquel día, su padre le llamó cada semana. La comunicación
se había restablecido, y ahora la felicidad tanto del padre como del hijo se ha
convertido en una realidad.
La paz empieza
contigo
Antes de poder hacer profundos
cambios en nuestra vida, hemos de observar nuestra dieta, la forma en que
consumimos. Hemos de vivir de tal forma que dejemos de consumir las cosas que
nos envenenan e intoxican. De ese modo, tendremos fuerza para permitir que
crezca lo mejor en nosotros y dejaremos de ser víctimas de la ira y la
frustración.
Cuando se abre la puerta de la
comunicación, todo es posible. De manera que debemos practicar el abrimos a los
demás para restablecer la comunicación con ellos. Has de expresar la intención,
el deseo que tienes de hacer las paces con la otra persona. Pídele que te
ayude. Dile: «La comunicación entre nosotros es lo más importante para mí.
Nuestra relación es lo más valioso, no hay nada que sea más importante».
Explícaselo con claridad y pídele que te ayude. Tienes que empezar a negociar
una estrategia.
Al margen de lo que la otra persona
pueda hacer, tú debes realizar todo lo que te sea posible, has de darte al cien
por cien. Todo lo que puedas hacer por ti, lo haces también por ella. No lo
dejes para más tarde, no pongas condiciones diciendo: «Si no te esfuerzas por
reconciliarte, yo tampoco lo haré», ya que entonces no funcionará. La paz, la
reconciliación y la felicidad empiezan, en ti.
Te equivocas al pensar que si la otra
persona no cambia o mejora, nada podrá mejorar. Siempre hay una forma de crear
más alegría, paz y armonía, y tú puedes aportarlas. El modo en que caminas,
respiras, sonríes y reaccionas, todo ello es muy importante. Debes empezar con
esto.
Hay muchas formas de comunicarse y la
mejor de todas es mostrar que ya no estás enojado con la otra persona y que no
la censuras. Demostrarle que la comprendes y la aceptas. Comunícaselo no sólo
con las palabras, sino también con tu forma de ser: con tus ojos llenos de
compasión y tus acciones llenas de ternura. El hecho de que seas una persona
fresca y agradable cambia mucho las cosas. Nadie puede resistir la tentación de
acercarse a ti. Te conviertes en un árbol de fresca sombra, en un arroyo de
agua fresca. Tanto las personas como los animales desean estar cerca de ti
porque tu presencia es refrescante y agradable. Cuando empieces a cambiarte a
ti mismo, podrás restablecer la comunicación con la otra persona y ésta
cambiará de manera natural.
Podríamos seguir...pero creo que ya está bien entendido todo... pogámonos a trabajar..por supuesto yo el primero claro...
|
|
|
Primer
Anterior
2 a 5 de 5
Siguiente
Último
|
|
|
|
©2025 - Gabitos - Todos los derechos reservados | |
|
|