Hace 850 años, una monja benedictina alemana que estaba
invadida
por la
Luz Viva del Espíritu Santo, dejó escritas para nosotros la
utilidad
de las criaturas más corrientes -vegetales, animales y
minerales- en un tratado.
Este libro es la primera traducción española, comentada
y anotada, del libro de santa Hidelgarda, recoge y explica la utilidad para el
hombre y las virtudes curativas de una veintena larga de piedras preciosas que, a
pesar de sus nombres
prestigiosos, son todas asequibles y nada
onerosas.
Se trata de mostrar remedios sencillos a quienes tienen
problemas
de salud, para lo cual hemos analizado el original
latino y cotejado la
traducción con lapidarios antiguos y modernos,
especialmente con los
trabajos de los doctores Hertzka, Strehlow y Gienger,
pioneros de la
medicina hildegardiana.
Pero como no hay dos piedras iguales y cada ser humano
reacciona
según su constitución y naturaleza, nadie puede
garantizar su eficacia
en cada caso concreto.
Las obras de Santa Hildegarda están llenas de
afirmaciones asombrosas
que revelan un conocimiento de la realidad física muy
avanzado para su epoca.
deja bien claro que a los 43 años le invadió la Luz Viva, el Espíritu
Santo, que le estuvo dictando durante décadas varios
libros sin dejarle
poner una sola palabra de su cosecha. Santa Hildegarda
ha dejado escrito
repetidas veces que carecía de instrucción y que
solamente le habían
enseñado el Salterio (la recitación de los salmos),
para el cual era
necesario saber leer y escribir.
Pero como esto resulta inexplicable, inaceptable e
increíble para
determinados críticos, buscan otras explicaciones y le
atribuyen grandes
dotes naturales, una extensa cultura (eso dice el
propio Benedicto
XVI), experiencia científica, práctica médica, y una
gran capacidad de
absorción del legado científico de su tiempo y de la
sabiduría popular
alemana. Ahora bien, esas explicaciones cientifistas no
resisten el cotejo
con las fuentes históricas, que son abundantes y
unánimes. En
buena crítica histórica, si alguien quiere contradecir
a lo que dicen las
fuentes coetáneas, antes tendrá que demostrar que son
falsas, y eso es
imposible porque las fuentes proceden del propio scriptorium del
monasterio
que regía Santa Hildegarda. En realidad, lo único que
puede
oponerse a las fuentes históricas de Santa Hildegarda
son nuestros
prejuicios contemporáneos.
Desde los cuarenta y tres años de edad, Santa
Hildegarda recibió del
Espíritu Santo, la Luz Viva, tres obras importantes cuyos dictados
duraron
respectivamente diez años (Scivias), cinco años (Vitae
Meritoruni)
y ocho años (Divinorum Operum). En el
intervalo entre los dos
primeros dictados, recibió además interiormente vidas
de santos y piezas
musicales, una lengua desconocida, otras obras menores
y sostuvo
una copiosa correspondencia, además de una gran obra de
medicina
que tradicionalmente se ha separado en dos partes: un
libro médico
para profesionales de la salud, «Causas y remedios de
las enfermedades
», {Liber Causae et Curae), y un libro de
divulgación para profanos,
la
Física {Physica), que
trata de la utilidad para el hombre de las cosas
creadas más corrientes.
La
Física expone,
desde el punto de vista divino, las características,
valor dietético y uso medicinal de algo más de medio
millar de
animales, vegetales y minerales, agrupados a grandes
rasgos y sin las
precisiones científicas de hoy (por ejemplo, la ballena
está con los
peces como criatura acuática que es) en nueve libros,
de los cuales
el más cuantioso es el Libro Primero sobre hierbas, que
contiene
213 plantas, a las que habría que añadir los 57 árboles
del Libro
Tercero.
El Libro Cuarto, dedicado a las piedras, y más concretamente
a las
piedras preciosas y semipreciosas, solo se ocupa de 25
piedras porque
las demás, dice, valen poco para medicina. El libro
constituye en realidad
un lapidario.