El ángel llevó al hombre ante una ventana y le indicó que mirara en su interior. Al hacerlo, vio un salón con una mesa amplia en cuyo centro se hallaba una gran olla llena de comida. En torno a la mesa, se encontraba un grupo de personas, cada una de las cuales poseía una larguísima cuchara cuyo mango se encontraba pegado a la palma de su mano.
De este modo, cuando tomaban con la cuchara la comida de la olla, no podían introducir el alimento en su boca, ya que el larguísimo mango de la cuchara pegado a las palmas de las manos impedía, por su exagerada longitud, llegar con el extremo de la cuchara a su propia boca. Por este motivo, todos sufrían y gemían desesperados por no poder comer. El Ser de Luz se dirigió al hombre y le dijo: esto que ves es la antesala del infierno.
A continuación, lo llevó ante otra ventana, indicándole nuevamente que mirara en su interior. Al hacerlo así, vio un salón semejante al anterior, también con una mesa similar con una olla de comida en su centro y en su entorno un grupo de personas que también poseían las mismas larguísimas cucharas pegadas en las palmas de sus manos. Pero en este caso, nadie tenía hambre ni sufría. Todos eran felices porque con sus largas cucharas se daban de comer los unos a los otros. El Ser de Luz volvió a dirigirse al hombre y le dijo: esto que ves es la antesala del Cielo.
El hombre que había preguntado volvió repentinamente a encontrarse en su lecho. El Ser de Luz había partido, dejándole una enseñanza que permanecería en su Espíritu por siempre.”
Esta es la diferencia entre el egoísmo y el Amor, la diferencia entre el camino que conduce al sufrimiento y el que conduce a la bienaventuranza.
Con las acciones diarias, cada uno elige metafóricamente estar en el cielo o en el infierno.