Era de mañana y estaba escribiendo, cuando de repente un girasol hermoso brotó de la parte inferior de mi cuerpo hasta llegar a florecer a la altura de mi pecho. No sé por qué sucedió esto o por qué llegó a mis sentidos y tampoco me puse a pensar mucho, así que lo que hice de inmediato fue regarlo. Bebí 1 litro de agua y le dije: Gracias por estar en mí.
Me gustan los girasoles porque siempre giran en la dirección del sol, porque son fieles a su propósito que es encontrar la luz, porque al nacer ya saben que su misión es conectarse con el Yo Superior, que cálida y amorosamente les envía sus rayos dorados para alimentarlos. Me gustan los girasoles porque no pretenden serlo y porque gracias a esto desconocen su propia belleza y no tienen la más remota idea de lo que significa el ego. Me agradan los girasoles porque su único motivo es encontrar al sol.
El girasol tampoco tiene idea de su generosidad. Nos regala sus exquisitas semillas cargadas de vitaminas y minerales; nos provee de su aceite poderoso, el cual entabla un diálogo permanente con el sistema celular haciendo más fácil nuestra digestión. Así mismo nos entrega su belleza, su gracia, su ritmo y su esencia para que al mirarle, nos descubramos en ella.
Dentro de sus tantas virtudes resalta su nobleza porque limpia los residuos tóxicos y los metales con los que inconscientemente hemos envenenado la Tierra. Así fue demostrado cuando una variedad de girasoles fue utilizada para limpiar los terrenos aledaños a la planta nuclear de Chernobyl (Ucrania) en el accidente de 1986. Las flores limpiaron y absorbieron metales peligrosos como el plomo y el cadmio, por lo que luego fueron retiradas del sitio. Esta medida ha sido considerada también para limpiar la tierra japonesa afectada por la radiación, luego del último terremoto.
Esto para mí significa que los girasoles asumieron el 100% de responsabilidad.
Estoy segura de que en ti también vive un bello girasol limpiándote, así que siempre que puedas riégalo, dale agua, bebe agua que hayas amado, agua que hayas limpiado sólo al decirle mentalmente: TE AMO.
Después relájate porque el girasol en ti, hará el resto.
En el tiempo de los girasoles no hay manera de olvidar que estamos aquí para florecer, o sea limpiar los recuerdos que nos han mantenido sumergid@s en la oscuridad por siglos, así que cada vez que veas una de estas hermosas flores en cualquier lugar, sonríe, pronuncia para ti las 4 palabras que curan que son: lo siento, perdóname, gracias, te amo. Lo más probable es que con su lenguaje sutil ese girasol que observas te esté diciendo telepáticamente: “Limpia sin detenerte, limpia sin pretender, limpia sin esperar; así darás un giro y encontrarás tu luz, tu sol, tu yo divino. Te encontrarás.”.
Paz del corazón.
Gracias por leerme.
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Obra de arte: Rob Gonsalves