Una nueva neura para los padres y una moda que arrasa entre las hijas. Literalmente.
El asunto parece sencillo a primera vista, pero engaña. Y no porque esté descrito en portugués de Macao. El caso es que la última moda en Brasil, país famoso por su carnaval y por aquel señor verde que generaba electricidad, son las pulseras del sexo. Nacidas en Reino Unido, estas alhajas de silicona tienen la intención picantona de establecer un código erótico sin palabras: quien las lleva, está abierto a una relación; el color indica hasta qué grado. Amarillo significa abrazos; violeta, beso con lengua; azul, sexo oral; negro, fóll...... En un encuentro casual entre connaisseurs, se rompe la pulsera y se satisface el anhelo del portador. Todo ello sin el engorro de verbalizar tus deseos, que siempre es una lata.
Pues bien; en Brasil ya van dos menores asesinadas esta Semana Santa, halladas junto a sus pulseras rotas, como dando a entender que alguien se cobró lo que ofrecían. En el estado de Paraná ya están prohibidas después de que una horda de anormales violara a otra menor, interpretando por sus pulseras que «en realidad, quería». Claro, si eres violador, del cielo te caen los ligues.
El escándalo está desatado. Los padres arguyen que sus hijas compran las pulseras porque son bonitas y baratas, ignorando sus connotaciones sexuales Nosotros argüiríamos más bien que en lugares con la violencia sexual de algunas zonas de Brasil (o de España, para qué ir tan lejos), poner facilidades al sexo sin palabras es innecesario y, a la vista está, peligroso. Lo de las pulseritas desechables es un buen negocio, pero otro muy bueno sería enseñar a las chicas a protegerse . El sexo sin palabras sólo está al alcance de los sexualmente alfabetizados.