Abrazarse a la noche de los silencios puros,
comprimiendo la sombra que sin tocar nos toca;
formularle caprichos en vocablos oscuros
que adivina, no entiende, pero la descoloca.
Desnudarse al reflejo de los ojos trigueños
que de frente nos miran, aun sin estar presentes;
y apropiarse del cuerpo que nos visita en sueños,
por los medios más blandos, y más irreverentes.
Ay, si fueras contorno de sólidos relieves,
para moverme al ritmo sensual con que te mueves.
Brevería Nº 2106
¿La conocí? No sé. Vino a mi vida
en languidez de caluroso viento,
dando tumbos, rodando en algazara,
sin planes de futuro, con los besos
en abundancia de semillas fáciles
lanzadas a voleo.
Tan bella sembradora,
tan receptivo y fértil el terreno.
No sabía de ardid o compromiso,
transparencia en la sombra de los cuerpos,
sus palabras de estrictas acepciones
con la fidelidad de los espejos.
Nunca nadie me habló de tal manera,
sin sonrojo, en directo.
Su discurso era dardo hacia el espíritu,
rasgueando querencias y conceptos,
mujer de cien facetas,
pero siempre de paso, como el tiempo.
Más que álamo era arroyo,
renunciando a lo estático, sendero
de agua hacia un mar al que jamás se llega,
mas que fluye en perpetuo movimiento.
Yo le hablaba de abrazos,
ella hablaba de versos,
yo de melancolía,
ella de ofrecimientos.
No temblaba su voz, ni parpadeaba,
en los temas atípicos del sexo.
Conversamos por horas,
llegando a conocernos.
Éramos tan afines
como si fuera parte de un recuerdo.
Me hizo el amor con aptitud de hetaira,
con imaginación, sin titubeos,
pulsando cada cuerda
del arpa de mi cuerpo.
Tan natural como la rosa, el río,
la canción de las olas, el almendro.
Y al fin partió. Como el hilillo tenue
del humo del incienso;
como la amplia sonrisa
que se apaga en la tarde; como el eco.
Manos desconocidas nos enseñan
tanto más que el trajín de los expertos…
Los Angeles, 5 de junio de 2011