Hay quienes confunden el concepto de lo perfecto e imperfecto.
Perfecto es el amor que llora y que se equivoca, ese que se dona y reconoce su fragilidad y fortaleza, por eso perdona y sonríe, no se rinde, continúa para hacerse eterno.
Imperfecto es el amor que pretende que nunca le fallen, ni que le toque llorar, un amor así no está listo para enfrentar las tormentas, puede naufragar.
Perfecta la amistad que sabe reconocer en su amigo la fragilidad y la reconoce como fortaleza, descubre sus errores pero contempla más sus aciertos.
Imperfecta la amistad que pretende amigos perfectos, que nunca fallen y no se equivoquen, porque está maquillada de apariencias.
Perfecta la verdad que no se esconde aunque duela, esa que se dice sin ánimos de herir sino de construir, no debilita sino que fortalece.
Imperfecta la verdad que se oculta y disimula, porque se viste de mentira y es irreal aunque se vea y se escuche con palabras bonitas, son falsedad no existe...
Perfecto el camino lleno de piedras que conduce hacia la meta, ese que invita a los desafíos y a esforzarse, ese que no parece fácil, pero es el correcto.
Imperfecto el camino cómodo y aparentemente seguro, que no sabemos a dónde nos puede llevar, es el que muchos eligen y terminan perdidos, por querer andar sin enfrentar nada más.
Perfecta la lágrima que expresa un sentimiento, imperfecta la sonrisa que es fingida.
Perfecta la piel que muestra sus cicatrices y expresa en ella sus luchas.
Imperfecta la piel que se quiere mostrar hermosa y por eso se disfraza y maquilla.
Perfecta la Fe que no se debilita aunque enfrente muchas crisis.
Imperfecta aquella que permanece intacta porque no se expone a nada.
Perfecto el amor de Dios, que no coloca condición, permanece siempre ahí aunque no lo vemos.
Imperfecto el amor humano que aunque a gritos lo proclamamos, a todo lo pone peros, se rompe y acaba
por cualquier cosa y en cualquier momento.