En cada frustración hay un mensaje importante. La frustración te dice, en términos para nada ambiguos, que algo no está tan bien como podría.
Hay una razón para cada frustración. Y si decides ser crudamente honesto contigo mismo puede haber allí, también, una respuesta positiva que podría llegar a cambiar tu vida.
La mejor respuesta que podrías dar ante una frustración no es luchar con ella, sentir resentimiento ni permitir que te quiebre, sino aprender. Quizás la frustración esté intentando convencerte de la necesidad de expresarte contra la injusticia, o puntualizando cambios en tu comportamiento que tú sabes que deberías hacer.
La frustración podría estar diciéndote que lo que estás haciendo en ese preciso instante no está en absoluto alineado con tus valores más profundos. Podría ser tu manera de decirte a ti mismo que debes prepararte mejor para enfrentar los muchos desafíos que la vida te está proponiendo.
Podría ser que la frustración te esté ayudando a darte cuenta de que debe haber una manera más efectiva, más eficiente, más compasiva o más sensible de hacer cierta y determinada cosa. Muchos grandes logros y avances comienzan a tomar forma a partir de una frustración.
Siente la frustración, y luego escucha con mucho cuidado. Porque esa frustración te estará dando un consejo invalorable.