La depresión
Mito N° 5
LA DEPRESIÓN ES UNA SEÑAL
DE QUE HE PERDIDO MI SALVACIÓN
La línea de pensamiento es:
«Si ya no siento la presencia del Espíritu Santo,
significa que él se apartó de mí. Por lo tanto
no soy más salvo». Este es un sub-producto
de la culpa que flota libremente
y del pensamiento negativo que acompaña
a la depresión. Juan 3.16 asegura:
«Porque de tal manera amó Dios al mundo,
que ha dado a su Hijo unigénito,
para que todo aquel que en él cree,
no se pierda, mas tenga vida eterna».
La salvación no reside en nada que hagamos
o no hagamos fuera de aceptar
el regalo de Dios de la vida eterna
a través de su Hijo. El hecho de que un desorden
psicológico, tal como la depresión,
puede alterar nuestros sentimientos
y encausarnos en el pensamiento negativo no altera
la realidad constante de la muerte de Jesús en la cruz
y de nuestra salvación a través de la fe en él.
LLEVAR LAS CARGAS, UNO DEL OTRO
«Dijo Jesús a sus discípulos: Imposible
es que no vengan tropiezos;
mas ¡ay de aquel por quien vienen!
Mejor le fuera que se le atase al cuello
una piedra de molino y se le arrojase al mar,
que hacer tropezar a uno de estos pequeñitos»
(Lucas 17.1-2).
Es difícil, para alguien que nunca ha experimentado
el dolor emocional de la depresión, comprender
verdaderamente lo que es. Cuando estás ministrando
a un amigo o a un miembro de una familia
que está en depresión,
no seas como los amigos de Job
que fueron rápidos en acusarlo y encontrarlo en falta.
Mejor permítenos:
«Sobrellevad los unos las cargas
de los otros, y cumplid así la ley de Cristo» (Gálatas 6.2).
LE PERTENECEMOS
No; los cristianos no somos inmunes a la depresión.
Si, a causa de falso orgullo,
rehusamos buscar tratamiento para nuestra depresión,
muy probablemente permaneceremos en la depresión.
Dios nos ha confiado nuestras mentes y cuerpos
para que los cuidemos mientras permanezcamos
en este planeta. Somos responsables
de buscar tratamiento para nuestra depresión
y por hacer todo lo que sea necesario
para estar saludables espiritual,
emocional y físicamente.
Por sobre todo, debemos esforzarnos
por recordar que aún cuando sucumbamos
ante la depresión, a la ansiedad o a cualquier
otro tipo de desorden emocional que exista
en este mundo, primero, por sobre todo,
somos hijos de Dios.
El amor y la aceptación de Dios no dependen
de nuestros sentimientos o nuestro estado
emocional, sino en lo que él ha hecho por nosotros.
Él prometió que nunca nos abandonará
o nos desamparará. Aún cuando
nuestros sentimientos vayan arriba y abajo,
nuestra salvación es constante y eterna.
Recopilado
por:
Marta Vargas
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