Entonces Faraón envió y llamó a José. Y lo sacaron apresuradamente de la cárcel, y se afeitó, y mudó sus vestidos, y vino a Faraón. Génesis 41:14.     La ropa de gloria        Como consecuencia de su fidelidad y pureza, José terminó en la prisión. Pero a su debido tiempo Dios lo liberó de la cárcel y lo hizo presentarse ante Faraón. Para esta ocasión, según lo señala la Escritura, José mudó sus vestidos, dejando para siempre su ropa de prisionero para cambiarla por una ropa espléndida.        El tiempo que José pasó en la prisión es una imagen de la muerte del Señor Jesús, quien experimentó toda su amargura. No sólo se humilló, sino que fue obediente hasta la muerte de cruz. El príncipe de la vida dio la suya al morir en el Calvario.        Podemos considerar la muerte de nuestro Redentor desde varios puntos de vista: los hombres lo mataron; él dio su vida voluntariamente; en su amor por el mundo, Dios dio la vida de su Hijo en rescate de todos los que creen en él. Para nosotros, pecadores perdidos, será un motivo de alabanza eterna recordar que él estuvo dispuesto a morir en la cruz a fin de salvarnos. La muerte no podía retener al Santo y Justo, y Dios no permitió que él viera corrupción (Hechos 2:27; Salmo 16:10).        Durante cuarenta días el Salvador resucitado apareció a los suyos en diferentes ocasiones; ellos pudieron comprobar que su Maestro había resucitado y le vieron ir al cielo con ese mismo cuerpo. De la misma manera el Señor volverá a esta tierra para establecer su reino con poder y gloria. Así, las diferentes circunstancias por las cuales pasó José son para nosotros un tipo conmovedor de los sufrimientos y de la gloria del Señor Jesús.