La soledad va más allá del estado civil, no es prerrogativa de sexos o instituciones. La soledad se puede vivir rodeada de gente, esposo incluido. El tema de la soltería, de los solos y solas, todavía nos incomoda en nuestras iglesias evangélicas.
¿Cuándo fue la última vez que escuchamos un sermón sobre el tema? ¡En muchas iglesias ni siquiera escuchamos hablar sobre la familia! En el mundo secular se corre con ventaja. Una mujer divorciada o separada está «mejor vista», tiene más status que una mujer soltera. Las mujeres (¡y los varones solteros!) llegan a ser considerados ciudadanos de segunda clase. Observo que esta tendencia también crece en nuestras iglesias.
Es importante considerar que si el servicio a Dios no se vive con gozo y agradecimiento, nos transformamos en simples asalariados de Dios. Necesitamos modelos de mujeres audaces y atrevidas que sirven al Dios en el que creen en la condición civil en la que están. Vidas como la de la hermana de mi iglesia que cuando quedó sola buscó lugares donde servir ¡ese sí es un grupo de audaces!
Mirar hacia arriba y a los costados
Para las mujeres solteras, solas en el campo misionero dentro o fuera del país, o dentro de un hogar, les corresponde el mismo mandamiento que a todos los discípulos de Jesucristo: amar a Dios por sobre todas las cosas, buscar primero el Reino de Dios, amar al prójimo... No hay que mirar las baldosas ni nuestro propio ombligo sino mirar al Señor y al prójimo que nos rodea. Las personas son oportunidades de dar, de mostrar el amor que Dios nos ha dado primero (1 Jn. 4.19) y de recibirlo nosotras.
Cuanto más nos miremos a nosotras mismas como mujeres solas, más se alejarán nuestros ojos de quien vale la pena mirar, amar y seguir.
¿Qué hace cuando se siente sola? ¿La invade la autoconmiseración, siente el desamparo y el «por qué a mí»? ¿Por qué no intenta correr a los brazos de Dios Padre que está dispuesto a enjugar su llanto y calmar su dolor, o llama por teléfono a su hermana, a una amiga, no sólo para quejarse de su soledad sino para preguntarle cómo está o cómo le fue en la semana, para invitarla al cine, a sentarse a orar o compartir esa receta de cocina?
Ni la vida ni las respuestas son siempre sencillas, pero en sus manos está la posibilidad de decidir cómo quiere vivir.
Varones y mujeres
Imagine algo en el mundo más parecido a una mujer... No tiene que pensar mucho para darse cuenta de que el varón es el otro ser más parecido a nosotras en todo el planeta tierra y las galaxias. Ni los animales, ni las cataratas del Iguazú o las sierras de Córdoba, ni el glaciar Perito Moreno con su belleza son parecidos a nosotras. ¡Qué privilegio nos dio nuestro Dios: varones y mujeres podemos ser ayudas idóneas y compartir la administración de su creación!
El Señor nos bendijo con la posibilidad de trabajar juntos, de acompañarnos ya sea en el matrimonio, en los ministerios en la iglesia o en los lugares donde ejercemos nuestra profesión.
Somos en primer lugar seres humanos, personas hechas a imagen y semejanza del Dios de la Biblia (Gen. 1.27, 28). La humanidad viene antes que la sexualidad en el trato con nuestro Dios.
En general, podemos decir que somos personas que estamos casadas, solteras, viudas, o divorciadas. No somos solteras, estamos solteras y ese es un estado que puede cambiar o no. Lo que importa es saber quién la habrá de acompañar, quién la va a consolar, quién la abrazará, quién le presentará nuevos desafíos. Nuestra identidad se basa en un Dios al que conocemos como el Amado, esposo y padre de casadas y solteras, de solas y acompañadaS...
(Graciela)
TODA PERSONA QUE HA TENIDO UN NUEVO RENACIMIENTO EN CRISTO, SABE PERFECTAMENTE, QUE SU ESTADO, NO DEBE IMPEDIRLE EL SERVICIO A DIOS, PUES, ES AQUI DONDE DEBEMOS DEMOSTRAR QUE NUESTRA VERDADERA OCUPACIòN ES DIOS, POR DIOS Y PARA DIOS.
ARACELI