¡Jesús abandonó los salones del Cielo por amor a nosotros!
¡Renunció a Su ciudadanía celestial, y siendo rico, se hizo pobre por amor a nosotros, para que a través de Su pobreza fuésemos enriquecidos! (2Cor.8:9) Jesús no sólo tuvo que bajar a mezclarse con nosotros, ¡sino que tuvo que ser uno de nosotros! Tuvo que incorporarse a la sociedad humana. Llegó como un bebé manso y apacible, débil e indefenso. No sólo se adaptó a nuestra forma corporal, sino también a los hábitos humanos. Era humano. Se cansaba, le daba hambre, se fatigaba. ¡Todas esas cosas le afectaron igual que a nosotros, pero sin que cometiera pecado alguno, para que pudiera ser un buen Sumo Sacerdote, compadecerse de nosotros, saber cómo nos sentimos, comprender cuando tenemos los pies doloridos y estamos agotados... saber cuándo ya no aguantamos más! (Heb.4:15) Dios envió a Jesús para que se convirtiese en ser humano y poder así transmitirnos mejor Su amor y comunicarse con nosotros en el plano inferior de nuestro entendimiento humano. La Biblia nos dice: "¡Él conoce nuestra condición y se acuerda de que somos polvo!" (Sal.103:14), ¡porque Él mismo se puso en esa condición, la sufrió y murió en ella por amor a nosotros! ¡Descendió a nuestro nivel para poder llevarnos con Él, elevándonos al Suyo! ¡Qué milagro, todo por amor a nosotros!
Carmen
|