UNA VIEJITA EN LA PLAYA
La viuda del Templo me hace recordar una historieta que leí hace muchos años. Durante el verano, muy de madrugada, aparecía una ancianita recorriendo la playa antes de que la gente viniese. Unos de esos que aprovechan las primeras horas para correr y hacer ejercicio, la veían todos los días y se preguntaban: "¿Qué hará esa vieja todos los días a estas horas en la playa con su palito y su cestito?"
Uno de ellos dijo: "De seguro que está buscando a ver si alguien ha dejado o perdido algo el día anterior. Siempre se suelen perder cosas en la playa y ellas las aprovecha."
Otro, más sereno comentó. "¿Por qué no nos acercamos a ella y se lo preguntamos?" - “Mamita, ¿qué haces todos días tan de mañana aquí por la playa?"
La viejita les respondió sin levantar la cabeza de la arena: "Como me despierto pronto, vengo a repasar la playa por si encuentro algún vidrio de alguna botella rota para que cuando vengan los niños y la gente no se hagan daño en los pies."
Elegancia de corazón. Es posible que ella ya hubiese olvidado cuando fue el último día de su vida que visitó la playa para bañarse y broncearse al sol. De seguro que en su tiempo aún no existían los bikinis ni los bronceadores, pero sabía que en la playa los niños pueden pisar un pedazo de vidrio, hacerse daño y así amargarse el día. Entonces, antes de que nadie apareciese por allí, ella hacía la limpieza. Es posible que tampoco ella tuviese mucho que dar, pero ¡cuánta bondad y detalle de amor en su corazón!
Es posible que, también, en la playa de nuestro hogar haya pequeños vidrios rotos el día anterior, pequeñas heridas dejadas sin curar.
¡Qué bueno que, cada día al levantarnos, tuviésemos esa elegancia espiritual de limpiar todo aquello que durante el día puede ir hiriendo nuestros corazones y nuestra convivencia conyugal y familiar!
Besos y bendiciones
Carmen
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