Una Trampa Mortal: ¡El Facilismo!
Ps. Diego Arbeláez
"Porque la puerta y el camino que llevan a la perdición son anchos y espaciosos, y muchos entran por ellos". (Mateo 7:13).
¿Conoce usted los siete pecados sociales? Aquí están:
1. Política sin principios: ¡Agarrar el poder como sea!
2. Riquezas sin trabajo: ¡Conseguir dinero sin importar los medios que se usen!
3. Placer sin conciencia: ¡Las pasiones mandan, qué importan las consecuencias!
4. Conocimiento sin carácter: ¡Mucha información pero hueca, sin ética y sin amor!
5. Comercio sin moralidad: ¡Hacer crecer el negocio a como de lugar!
6. Ciencia sin humanidad: ¡Verdaderos intelectuales que actúan como irracionales!
7. Religión sin obras: ¡Un credo hermoso pero vacío de frutos!
A la mayoría de la gente les gusta las cosas buenas pero no quieren compromisos. Son amantes del camino fácil. Como al gato, les gusta comer pescado, pero no mojarse los pies. Anhelan abrir carreteras y construir puentes sin ensuciarse el overol. Quieren las esmeraldas sin meterse al barro. Quieren adelgazar comiendo de todo y sin hacer ejercicios. Les gustaría hacer tortillas sin romper los huevos.
La tecnología nos facilita cada día la vida y por ese camino nos tiende una trampa bastante peligrosa. Nos incita a querer sólo lo cómodo, a rehuir el esfuerzo y a dejarnos anestesiar por el virus llamado facilísimo. Esto no es nuevo. Jesús habló de las multitudes que elegían la puerta ancha (Lea Mateo 7:13-14).
Somos propensos a los atajos indoloros. Vivimos en busca de descuentos de ocasión hechos al precio del éxito. Y, como fallamos en distinguir los caminos convenientes, muy a menudo nos apartamos de nuestros grandes ideales. Después, cuando ya es demasiado tarde, descubrimos que al elegir el camino fácil, en realidad elegimos recorrer un florido camino al aburrimiento, a la vergüenza, a la soledad, al fracaso y a la miseria. ¡Si tan solo no le temiéramos a la disciplina que la vida victoriosa nos exige!
Quiénes quieren triunfar deben estar dispuestos a hacer los sacrificios que demanda el ideal que se han propuesto. Deben pagar la justa compensación por el éxito. "El que quiera comer la nuez tiene que romper la cáscara. El que quiera comer huevos deberá soportar a las gallinas", era el decir de los antiguos. ¡Y qué gran verdad! Quienes esperan cosechar las bondades de la libertad deben soportar la fatiga de la defensa y pagar su respectivo precio.
Este precio es doble:
Primero, un trabajo perseverante que conduzca al fin que se ha propuesto. Nunca estar ociosos; ejercitar la mente y el cuerpo, trabajando con ardor.
Y segundo, un sacrificio de todo lo que sea contrario al bien que se desea conseguir: Hay que sacrificar deseos, sentimientos, comodidades, estados mentales o emotivos que amenacen estropear u obstaculizar el propósito que se ha fijado. Usted debe sacrificarse por aquello que le gustaría ser o hacer.
Jesús se comprometió a los ojos de toda la humanidad, consagrándose enteramente al servicio de su Padre. Como todo aquel que se consagra y se compromete realmente, aceptó los terribles riesgos. Lo arriesgó todo, aún la misma vida, para heredarnos la salvación.
"Nada grande se alcanza sin esfuerzo -decía cierta mujer-, de no haber tenido hijos, probablemente hubiera contado con más dinero y más cosas materiales. Quizá hubiera viajado mucho y dormido a placer, y me hubiera dado más gustos. Pero mi vida habría sido mucho más aburrida y previsible.
Como resultado de mi maternidad, he reído más intensamente y he llorado con mayor frecuencia. Me he preocupado más y he corrido más. He dormido menos, pero de una u otra manera me he divertido más, he aprendido más y he madurado más. He dado mucho más de mí misma y le he encontrado mayor sentido a la vida".
Nada hay nada que nos llene de mayor alegría y regocijo que conseguir lo que nos da mucho trabajo y que durante largo tiempo anhelamos. Sí, Entre más grande el obstáculo, más grande es la gloria al vencerlo.
Esa es nuestra lección para hoy: El que quiera prosperar tiene que luchar. El que algo quiere algo le cuesta. El que quiere la fruta tendrá que treparse al árbol. Sin sacrificio no se consigue nada valedero.
¿Nómbreme una cosa, que valga la pena, y que se pueda conseguir sin esfuerzo? Todo lo que es hermoso y valioso en esta vida es costoso y supone una conquista. No hay éxito sin sacrificio. Las grandes realizaciones requieren grandes esfuerzos. No podremos conseguir nada por nada que no sea nada.
¡El éxito satisfactorio nunca le llega realmente al perezoso! Es el espíritu de sacrificio personal, sincero, el que inspira, sostiene y santifica el éxito. ¿Está usted dispuesto a pagar el precio?