Imprudencia
Diego Arbeláez
El alma sin ciencia no es buena, y aquel que se apresura con los pies, peca"
(Proverbios 19:2).
Informes de compañías de seguros sobre accidentes dan a conocer con qué increíble
ligereza actúan a menudo los seres humanos.
Un hombre se subió a un bote de remos y se balanceó con él para ver hasta qué punto
podía hacerlo antes de que volcara. Un poco más tarde su cadáver fue sacado
del agua: El bote había zozobrado.
Otro hombre tomó un fusil para averiguar si estaba cargado. Apenas tocó el gatillo,
una bala perforó su cabeza. Así falleció.
Un tercero encendió un fósforo para buscar un escape de gas. Fue su
última acción: Una explosión derrumbó su casa y lo hirió mortalmente.
Otro hombre utilizó un encendedor para ver si había suficiente gasolina
en el tanque de su carro. No pudo contar lo que había visto, pues una
llamarada lo envolvió y el auxilio llegó demasiado tarde.
Un niño encontró una granada en el campo, sin saber el peligro que representaba,
la llevó a la casa de una vecina para exhibirla. El artefacto explotó delante de todos
pereciendo cuatro personas, entre ellos, un bebé de cuatro meses.
Cualquier persona sensata dirá que éstas fueron acciones irresponsables y
peligrosas. Pero a diario miles de seres humanos juegan con algo mucho más
peligroso aún: con el pecado.
Todos tenemos tentaciones, pero algunas personas las hospedan. Parece que
les gusta ser tentados.
Hace muchos años, en un teatro de Nueva York, se presentó un extraño
espectáculo. Cuando el telón fue corrido, los espectadores se hallaron con que
toda la escena era una gran jaula. Los decorados representaban una selva india;
músicos hindúes tocaban dulcemente cuando el domador hizo su entrada para
quedar en actitud de estatua en el centro.
De pronto, una enorme boa aparecía por un lado, daba una vuelta al hombre,
e iba estrechándolo cada vez más, y al fin se enroscaba al cuerpo del domador,
para posar su horrible cabeza sobre la del hombre.Un fuerte aplauso
premió el juego atrevido del domador.
Éste le ordenó al animal desenrollarse, pero la boa estaba de mal humor y en
lugar de hacerlo, optó por apretarse fuertemente alrededor del hombre indefenso
que gritaba lleno de pánico. El público, pensando que esto hacía parte
del espectáculo, aplaudía con más entusiasmo.
Poco después el domador murió asfixiado, triturado por el reptil que él mismo
había criado. Al animal se le había despertado su feroz instinto.
El domador había jugado demasiado con el peligro. Un hombre, al salir del
recinto dijo: "No importa cuán bien la conozcamos, una serpiente es
siempre una serpiente".
Lo mismo es triplemente cierto en cuanto al pecado. No importa cuán
familiarizados estamos con él, sigue siendo pecado,
"... y la paga del pecado es muerte".
Quien roza constantemente el peligro pierde muy pronto la sensación
de él y se siente tentado a descuidar las necesarias medidas de seguridad
y de precaución. Bien dicen que, "cuando el diablo ya no nos parece feo
es porque estamos en sus manos".
Generalmente, las batallas se pierden por nuestros propios errores y las
experiencias dolorosas de nuestra vida son el resultado de nuestra
imprudencia y torpeza; y no de lo que llamamos
"la voluntad de Dios" o "la obra del diablo".
Si usted es prudente no se mete donde tenga que llorar.
La imprudencia es aturdimiento, ligereza, locura y precipitación. A los
imprudentes es que el apóstol Pablo llama "hombres intemperantes",
es decir, sin dominio propio. Esto llega a ser la causa de muchos
fracasos y sufrimientos. Porque esto es así, un sabio
ha dicho: "El peor enemigo es el que llevamos dentro de nosotros mismos".
El imprudente no tiene entendimiento: bebe sin ver, responde antes de oír,
niega antes de comprender, afirma sin saber de qué se trata y firma sin leer.
Cierta zorra halló un busto en medio del campo, y después de haberle
registrado y olido, viendo que no tenía sentido, dijo con desprecio:
Tu cabeza es hermosa; pero ¡qué lástima que no tenga seso!
Así son los necios: tienen hermosura sin prudencia, son como un busto
sin entendimiento.
Un hombre, próximo a morir, decía:
"Si nuevamente viviera, quisiera que la vida fuera tal como ha sido. Sólo abriría
un poco más los ojos. Confiaría más en la prudencia que en la suerte".
No es que los ancianos se vuelven más sabios, sino más prudentes.
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"La imprudencia suele preceder a la calamidad"
¡ B e n d i c i o n e s !
♥Myriam♥