El libro empeñado
"Todo lo que el Padre me da, vendrá
a mí; y al que a mí viene,
no lo echo fuera" Juan 6:37.
Un hombre llamado W. P. Mackay dejó su hogar a los diecisiete años para entrar en una academia de medicina. Antes de que se fuera, suu madre le regaló una Biblia. Su madre le escribió una dedicatoria en la primera página poniendo el nombre de ella, el nombre de su hijo y un texto sacado de la misma Biblia. Después de varios años de estudios, Mackay se graduo con altos honores y llegó a ser director de un gran hospital. También era conocido cómo el principal de un club de incrédulos donde los miembros llevaban una vida licenciosa y vil. Los miembros de ese club se entretenían en hacer burla de Dios, de la fe cristiana, y de la Biblia.
Después de algunos años de trabajo, el doctor Maskay se había vuelto un hombre y la única cosa que le emocionaba era cuando una ambulancia llegaba con un paciente en estado crítico. Un día estando el doctor en la sección de emergencias, llegó un hombre que el parte inferior había sido horriblemente triturado. En su cara había una mirada de paz y calma tan profudizada que sorprendió al doctor. Estaba tan acostumbrado a ver a la gente sufrir que la tranquilidad de este hombre le asombró. El paciente le preguntó al doctor sobre su condición. Supongo que lo arreglaremos y quedará ud. bien, replicó. No doctor, no quiero que ud, suponga, dijo el hombre, quiero saber si es cuestión de vida o muerte. Dígame la verdad pues yo estoy listo pues soy salvo y no temo morir. Con su faz radiante continuó diciendo: Sé que iría a vivir con el Señor Jesucristo, el mismo que dijo: "el que a Mí viene no le echo fuera". Yo he venido y le he aceptado cómo mi Salvador personal. Doctor, quiero saber la verdad, ¿Cuál es mi condición?.
El doctor Mackey miró al paciente y le dijo: Ud. tiene aproximadamente tres horas de vida. El médico se conmovió y pensó acaso el hombre tendría familia a quienes avisar de su estado y pregunto, ¿quieres que algamos algo por ti? Agradecido el hombre pidió que sacaran un cheque que era el pago de dos semanas de trabajo y se lo mandará a la dueña de la casa donde vivo, y también decirle que inmediatamente me mandara el libro. ¿Cuál libro? le preguntaron. Pues el libro, nada más; ella sabe. Cumplieron con el pedido y el doctor siguió trabajando es otras partes del hospital. Mientras atendía a otros pacientes , las palabras del paciente repercutían en la mente del médico; dejéme tranquilo doctor, yo estoy listo. De todas las presonas que lean estas líneas, ¿Cuántas pueden afirmar lo que dijo el enfermo? ¿Acaso están listas para partir de este mundo? las que están listas saben que al morir,"pero confiamos, y más quisieramos estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor" 2 Cori. 5:8. (1 parte)
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