(Levítico 2:1-16) La ofrenda cocida en horno era una ofrenda incruenta. La flor de harina es una imagen de la humanidad pura y sin pecado del Señor Jesús. Cada pormenor de su vida era precioso para Dios; era una ofrenda que le agradaba. Sin embargo, la vida santa de nuestro Salvador no habría podido expiar nuestros pecados. Para eso fue necesario que muriera y vertiera su sangre. Quien conoce al Señor Jesucristo como su Salvador personal considerará con gozo y adoración su vida perfecta en este mundo. Las tortas sin levadura amasadas con aceite hablan de su testimonio por medio del Espíritu Santo. Los hojaldres untados con aceite representan su servicio para el cual fue ungido por el Espíritu Santo después de su bautismo en el Jordán. Además, el incienso (olor suave de las perfecciones de Cristo) y la sal (que sazona) no faltaban en esas ofrendas, mientras que la levadura (el pecado, el mal) y la miel (los afectos meramente humanos) estaban prohibidos. La cocción en el horno habla de los intensos sufrimientos que el Señor Jesús soportó durante su vida, entre otros, de los que la gente no pudo ver. ¡Cuánto habrá sufrido su alma al ver lo que el pecado había obrado en la humanidad! ¡Y cuánto le habrá dolido la incomprensión de los hombres! Lo acusaron de tener malas intenciones, de blasfemar; aun cuando estaba colgado en la cruz se burlaron de su confianza en Dios. Cuando ofrecieres ofrenda cocida en horno, será de tortas de flor de harina sin levadura amasadas con aceite y hojaldres sin levadura untadas con aceite.