**TRIGO Y CIZAÑA**
(Mateo 13:24-25)
Les refirió otra parábola, diciendo: El reino de los cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fue.
Jesús refirió una segunda parábola a la multitud que le escuchaba, utilizando también la analogía del trabajo de sembrarr la tierra. En esta parábola, sin embargo, el enemigo vino y sembró cizaña mientras dormían los hombres que habían plantado trigo. La cizaña es prácticamente igual que el trigo. De hecho, las plantas son muy difíciles de distinguir entre sí. Hasta que llega el tiempo del fruto, ambas plantas parecen idénticas. Del mismo modo existen, dentro del seno de la iglesiaa, personas que tienen toda la apariencia de ser cristianos comprometidos. Hemos sido llamados a vivir en santidad, «de tal manera que el diablo no tenga nada malo que decir de nosotros» No obstante, sus frutos delatan que no son verdaderos discípulos de Cristo, pues brota de sus vidas «enemistades, inmoralidad, impureza, pleitos, celos, enojos, rivalidades y disensiones» (Gá 5.20).
A la hora de evaluar su compromiso no debemos guiarnos por sus palabras, ni tampoco por los votos que hacen. Al igual que el pueblo que denuncia Isaías, es muy fácil que honremos al Señor de labios, pero que alejemos nuestro corazón de él (v. 29.13). Debemos, más bien, prestar atención a las actitudes y comportamientos que hablan de la realidad del corazón.
El enemigo vino y plantó la cizaña durante la noche, mientras los obreros descansaban. Si hubieran montado guardia toda la noche lo podrían haber evitado, pero ningún campesino puede pasarse la vida vigilando sus tierras. El hecho es que en todo grupo cristiano siempre va haber personas que han sido plantadas por el enemigo. El apóstol Juan advierte a la iglesia que «no todos son de nosotros» (1Jn 2.19), para que supieran que tales manifestaciones eran normales. Parte de la formación de todo discípulo incluirá el aprender no solamente a sobrellevar la oposición y las dificultades que vienen de afuera, sino también las que vienen de su propio entorno. Cristo convivió con un Judas y Pablo tuvo que sobrellevar las traiciones de diferentes personas que fueron parte de las congregaciones que plantó. Cuando los obreros del campo constataron que había cizaña entre el trigo fueron al dueño con una pregunta concreta: «¿Quieres, pues, que vayamos y la arranquemos?» (v. 28). Esta es una pregunta importante, pues debemos saber si es parte de nuestra labor denunciar todo aquello que, a nuestro entender, es impuro e indigno dentro el cuerpo de Cristo. En la parábola, el dueño del campo les prohibió tal acción, «no sea que al arrancar la cizaña arranquéis también con ella el trigo» (29). El hecho es que las raíces de la cizaña se entreveran con las del trigo y es imposible arrancar una planta sin dañar la otra. Del mismo modo, nuestro afán por mantener pura y santa a la iglesia puede acabar dañando la vida de las mismas personas que estamos intentando proteger. Hay un tiempo designado para esta tarea y ha sido reservado para los segadores. Nosotros, mientras tanto, hemos sido llamados a vivir en santidad, «de tal manera que el diablo no tenga nada malo que decir de nosotros». Nuestro testimonio debe, de esta manera, avergonzar a la cizaña. Que nuestra mejor contribución sea siempre el de mostrar un camino más excelente (1Co 12.31).
Saludos y bendiciones con amor
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