Cuando Israel se está despidiendo de sus hijos, tiene un mensaje para cada uno de ellos. Cuando le toca el turno a José, parece como que el padre, libera su corazón y define en pocas frases su vida pasada, su realidad presente y su futuro glorioso.
Para algunos esto parece, como que Dios le suelta el dolor de los años que estuvo separado de José, y los dolores que éste pasó, por haber manifestado, lo que Dios le había mostrado.
José fué fiel en la comunicación, pero la revelación de Dios se mostró solo para él, y este es el conflicto de siempre, pensamos que si Dios le muestra algo a alguien, se lo tiene que mostrar a todos, y esto es un error.
Quizás el mayor dolor de José, fue que la mayor incomprensión vino de su propia casa. Aún a su padre no le gustó mucho, pero meditaba en esto (Génesis 37:11). Esto debe enseñarnos a no juzgar, cuando Dios le propone algo a otro, que no me propone a mí, sinó que debe servir para que meditemos y no para que nos opongamos y hagamos todo lo posible para que el otro fracase.
Pero en el camino de la concreción de sus sueños, tuvo que pasar por su proceso de angustias, de dolores, soledad, calumnias, pero se mantuvo fiel a su Dios. Nunca lo negó, ni se acomodó a las circunstancias, sinó que cada vez que tuvo que testificar habló de su Dios.
Su padre supo que “El Fuerte de Jacob”, lo había acompañado, fortaleciendo, su corazón, para soportar el dolor, la angustia, la soledad, y además, fortaleciendo sus brazos, para seguir luchando mirando siempre al Señor, Pastor de Israel, La Roca de los siglos.
¡Señor ayúdame a mirarte sólo a ti y ser obediente a tu voz.
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