Diego Arbeláez
"...Nos gloriamos de los sufrimientos, porque sabemos que el sufrimiento nos da firmeza para soportar." (Romanos 5:3).
Uno de los dramas que resulta más enigmático para los hijos de Dios, es la muerte de algunos cristianos fieles cuando se encuentran en plena actividad en el servicio del Señor, o cuando su presencia en el seno de la familia parece más necesaria. ¿No podría el Creador extender su mano y detener el accidente o la acción de la enfermedad?
Dios si puede hacerlo, y creemos que lo hace en muchos casos. Es más: estamos absolutamente seguros que, cuando se trata de un cristiano fiel, Dios siempre procede con amor. Y si nos fuese dado leer la mente amorosa y compasiva de nuestra Padre Celestial encontraríamos una explicación satisfactoria a nuestra inquietud. El patriarca Job no sabía la causa de su gran aflicción; pero había una causa. Dios permitió que Job fuese probado para dar a la humanidad una gran lección de fidelidad, resignación y paciencia.
En ningún lugar de la Biblia se nos garantiza un bienestar especial por nuestra piedad. Al contrario, casos, como el drama de Job, nos aseguran que el sufrimiento muchas veces viene para probar la integridad del justo. Pablo mismo pidió a gritos al Señor que le librara de una aflicción que él llamó "Aguijón en la carne", Pablo gritó en vano, el aguijón siguió con él. Pero se le dio fuerza para que lo soportara. Pedro y los fieles que fueron capturados en la catacumbas romanas, que fueron convertidos en antorchas humanas a lo largo de Vía Apia, que fueron entregados a los leones en el coliseo, tampoco se vieron aliviados en sus sufrimientos físicos por el hecho de ser santos. Pero la promesa perenne del Señor: "Yo estaré con vosotros", se cumplió en cada uno de ellos. Hay que recordar que ellos eligieron - porque fue elección suya - sufrir el martirio antes que disfrutar de lo que Roma, con todo su esplendor, les ofrecía.
Lucas nos cuenta, en el libro de los Hechos, que las autoridades de Jerusalén encarcelaron a Pedro y Juan y que el Señor envió su ángel y los sacó de la prisión. En el capítulo siguiente, entra en escena un joven cristiano llamado Esteban, de espíritu fervoroso y lleno de la gracia y el poder de Dios. Los enemigos del cristianismo le echaron mano y lo llevaron ante el Supremo Tribunal de la nación. Los jueces vieron que el rostro de Esteban era como el de un ángel pero le condenaron a morir apedreado, y ejecutaron la sentencia inmediatamente.
Muchos se preguntan ¿Por qué el Dios que envió su ángel a sacar de la cárcel a Pedro y Juan permitió que un joven como Esteban lleno de gracia y de poder, muriese apedreado cuando estaba comenzando su vida como predicador? Yo no tengo una respuesta definitiva. Pero estoy seguro que Dios sí la tiene. Por ahora, me conformo con las cosas que me han sido reveladas y sigo adelante hasta que me encuentre con Estaban y con el Señor.
Cuentan que una madre, a quien se le enfermó su único hijo, viendo que el médico se mostraba muy preocupado, llamó al ministro de su iglesia para que orase por el niño. El pastor terminó su oración pidiendo que se hiciese la voluntad de Dios. Pero la madre replicó:
- No estoy de acuerdo con lo que usted acaba de decir; yo quiero que mi hijo sane de esa enfermedad.
Y sanó. Pero al correr el tiempo, aquel niño se convirtió en un criminal; y la madre asistió al juicio donde lo sentenciaron a la pena de muerte. ¿No hubiera sido mejor que el niño muriera antes de ser responsable de sus actos?
Dios no hace siempre las cosas como nosotros queremos, pero las hace de la mejor manera posible, teniendo en cuenta la libertad humana y las actuales circunstancias que nos rodean. Sus respuestas son más sabias que nuestras peticiones.
Puede que el ministerio de Esteban haya tenido un impacto más grande sobre su generación y las venideras muriendo que viviendo. Así mismo, puede que la prueba que usted atraviesa ahora lo este librando de algo peor. No pida que Dios le dé una vida fácil. Pida que lo haga fuerte. No pida tareas que estén de acuerdo con sus fuerzas. Pida fuerzas que estén de acuerdo con sus tareas. No pida cargas fáciles pida espaldas fuertes.
Cristo no promete a sus seguidores holgura o comodidad. No dice que si somos creyentes estaremos exentos del sufrimiento. Lo que sí garantiza es perdón completo y seguridad eterna; garantiza además; consuelo en medio de la prueba, fuerza y abundante gracia para sobrevivir en las tribulaciones. Él promete su compañía, que es mejor. No promete librarnos de la pena o el desastre económico, pero nos ayudará a vencerlo todo y promete que al final habrá compensaciones; Él dijo: "He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra".¡Usted tiene la respuesta!
¿Se queja con facilidad cuando su vida se vuelve complicada o difícil? Vive preguntándose, ¿por qué un Dios amoroso permitirá que sus hijos atraviesen por toda clase de experiencias desagradables? En lugar de quejarse vuélvase a Dios buscando fortaleza y fe para soportar y regocijarse en los sufrimientos".
"Antes, yo le pedía a Dios que me ayudara. Luego le pregunté si podía ayudarle a él. Terminé pidiéndole que hiciera su obra a través de mí".