AYÚDAME A SER SEMILLA SEÑOR
Todo el árbol y todo dentro del árbol, desde la raíz hasta la copa, va dirigido hacia el fruto que ofrece. Así también debe ser con las personas. Todo en ellas, todo su ser, debe ser dirigido hacia los frutos, y el fruto es el amor...
¡La vida no se trata de tener éxito, sino de dar frutos! ¡del Éxito disfrutas tú mismo, los Frutos se los comen los demás! El que tiene semillas debe sembrar. El que las guarde cuidadosamente en la mano cerrada, o el que tenga miedo a perderlas, ¡no conocerá nunca la alegría de la cosecha!
¡Ayúdame a ser semilla Señor! Ayúdame a despojarme de lo superfluo y de lo que no me es necesario. Ayúdame a ser humilde y sencillo. Quiero llegar a tu encuentro, y para eso debo andar ligero de equipaje, apenas con lo puesto.
¡Ayúdame a ser semilla Señor! Sé que para ser semilla, debo aprender a ser pequeño, a concentrarme en lo esencial, a exponerme al riesgo de no ser importante ni tenido en cuenta. Simplemente entregar mi vida y hacer un lugar para tu proyecto. Así descubriré que cuando uno se brinda por entero, la vida se transforma porque el Dios de la Vida comienza a nacer en mi interior, para hacer de mi existencia una semilla de su Reino.
"Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo
se deshiciere,
tenemos de Dios un edificio, una casa eterna en el cielo, no construida por manos humanas. Mientras tanto suspiramos, anhelando ser revestidos de nuestra morada celestial, porque cuando seamos revestidos, no se nos hallará desnudos. Realmente, vivimos en esta tienda de campaña, suspirando y agobiados, pues no deseamos ser desvestidos sino revestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida. Es Dios quien nos ha hecho para este fin y nos ha dado su Espíritu como garantía de sus promesas. Por eso mantenemos siempre la confianza, aunque sabemos que mientras vivamos en este cuerpo estaremos alejados del Señor. Vivimos por fe, no por vista. Así que nos mantenemos confiados, y preferiríamos ausentarnos de este cuerpo y vivir junto al Señor. Por eso nos empeñamos en agradarle, ya sea que vivamos en nuestro cuerpo o que lo hayamos dejado. Porque es necesario que todos comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba lo que le corresponda, según lo bueno o malo que haya hecho mientras vivió en el cuerpo" 2 Corintios 5:1-10.
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