Te libraré
Por tanto, dirás a los hijos de Israel: Yo soy JEHOVÁ; y yo os sacaré
de debajo de las tareas pesadas de Egipto, y os libraré de su
servidumbre, y os redimiré con brazo extendido, y con juicios grandes.
Éxodo 6:6.
Debe tener aproximadamente veinte años. Demasiado joven para haber
perdido el gusto por la vida y para destruirse, como lo está haciendo.
En pocos meses, ha descendido a las profundidades más oscuras del vicio y
de la degradación. Se prostituye para conseguir dinero, a fin de
comprar cocaína.
“Es la única manera de olvidar lo que soy”, balbucea, “un poco de basura que alguien encontró en la calle”.
Verdad… y mentira. Verdad que la madre biológica la había abandonado en
la calle, recién nacida, envuelta en papel de periódico, en un tacho de
basura. Mentira que, por eso, ella no tuviese valor, al punto de escoger
aquella triste vida.
“No tuve otra opción”, farfulla, mordiendo sus labios hasta hacérselos
sangrar. Dos lágrimas rebeldes resbalan por su rostro sufrido. Tengo
ganas de abrazarla y de decirle: “Hija, no sufras más, estoy aquí;
llegué para salvarte”. Pero, percibo que soy apenas un ser humano,
incapaz de calmar los dolores del mundo. Lloro. Ella no lo percibe: mis
lágrimas ruedan por dentro; queman mis entrañas; me provocan el dolor
terrible de la incapacidad. Entonces, viene a mi mente el texto de hoy.
A veces, golpeado por la vida, llegas a la conclusión de que eres fruto
del acaso y de que tu existencia es una casualidad, un simple accidente
biológico o una coincidencia.
Pero, Dios asegura que, antes de que
nacieses, cuando aún estabas en el vientre de tu madre, él ya tenía un
plan para tu vida. Nada sucede en este mundo sin el consentimiento
divino. Tú eres fruto del amor maravilloso de Dios.
Suceda lo que sucediere; a pesar de las circunstancias adversas que te
rodean; a despecho de las heridas que la vida te haya abierto, el plan
de Dios, para ti, continúa en pie.
Lo único que necesitas es descubrirlo
y seguirlo.
DIOS TE BENDIGA
CON AMOR
SILVYNA