¿Quién te hace sufrir?
Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice
Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que
esperáis. Jeremías 29:11.
La mañana en que escribo este mensaje, Macal Nova, autor del libro
Nadie ve a Dios [No One See God], comenta, en el periódico USA Today, el
hecho de que, en los últimos meses, muchos cristianos dejaron de creer
en la existencia de Dios porque no entienden las razones que él tiene
para “provocar” tanto sufrimiento.
El ser humano, a lo largo de los tiempos, ha luchado por descifrar el
misterio del dolor. ¿De dónde viene el sufrimiento? El otro día,
conversé con una persona que creía que el dolor era el castigo divino,
debido a algún acto pecaminoso del ser humano. Entre líneas, ella creía
que Dios es un ser con los ojos abiertos, que observa la conducta de las
personas con la intención de castigarlas si no se portan bien.
Esta es una idea diabólica. Fue el diablo que se presentó un día delante
de Dios, y lo desafió con relación a Job: “Quítale todo lo que tiene”.
Sin embargo, la Biblia afirma categóricamente que Dios no quita nada; él
jamás envía el dolor. En el texto de hoy, el Señor afirma que sus
pensamientos, con relación a los seres humanos, son “pensamientos de
amor y no de odio, de paz y no de guerra”.
El dolor es fruto del pecado; no necesariamente del tuyo, sino del
pecado como rebeldía universal. Nació en el corazón del enemigo de Dios.
El diablo te hace sufrir, y después te lleva a pensar que fue Dios
quien te castigó. ¿Para qué? Para que te rebeles contra el Creador y
trates de vivir la vida solo, siguiendo tus propios instintos y
provocándote más dolor.
Si fuese verdad que Dios es el causante del sufrimiento humano -lo que,
según Nova, llevó a muchas personas, en los últimos tiempos, a negar la
existencia de Dios-, entonces la no existencia divina significaría la
ausencia del dolor. Es un asunto de simple lógica, ¿no lo crees?
Tal vez, hoy es uno de esos días terribles en tu vida. Tu corazón está a
punto de explotar; no sabes qué hacer ni para dónde ir. La vida te dio
las espaldas. Cometieron una injusticia horrenda contra ti, y de repente
te ves tentado a pensar que, de algún modo, Dios tiene algo que ver con
la causa de tu dolor. No lo hagas. Detente, piensa y medita en las
intenciones que Dios tiene para ti: “Pensamientos de amor y no de odio,
de paz y no de guerra.
DIOS TE BENDIGA
TE AMO
SILVINA
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