El consuelo se Su venida
"Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados junto con ellos en las nubes para recibir al Señor en las nubes, y así estaremos siempre con el Señor" 1 Tesalonicenses 4:16-17.
Los visitantes de las islas Fiji cuentan de una extraña costumbre que tienen las perssonas de allí: "llamar a los muertos". La persona que guarda luto se sube a un árbol alto o a un despeñadero y, después ptonunciar el nombre del difunto, grita pateticamente: "¡Vuelve! ¡Vuelve! El desconsolador lamento está lleno de desesperación, y la tristeza se intensifica aún más por efecto de un eco burlón.
Los cristianos también nos lamentamos cuando parte un ser querido o amigo, pero no "como los que no tienen esperanza" 1 Ts. 4:13. Las lágrimas fluyen y la soledad es real. Pero en lo más profundo de nuestros corazones, sabemos que cuando Cristo venga a por su Amada (su iglesia), todos los muertos en Jesús serán resucitados en cuerpos perfectos. Esperamos ese día en que seremos arrebatados en el aire y reunidos con aquellos que han muerto en el Señor (1 Ts. 4:16-14). Nuestro anhelante clamor es:"¡Ven Señor Jesús! ¡Ven!.
En aquel glorioso día de la victoria de la resurrección"traerá Dios con Jesús a los que durmieron en Él" (1Ts. 4:14). ¡Qué bendita reunión será aquella! Este gozoso acontecimiento puede suceder en cualquier momento. La esperanza de su venida no es una ilusión ni un escape de las duras realidades de la vida y la muerte. Es una certeza, y da un consuelo verdadero a todos los creyentes.
El buscar la "esperanza bienaventurada" produce una bendita esperanza en la tristeza.
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