Fidelidad de Dios
"Si fuéremos infieles, él permanece fiel; Él no puede negarse a sí mismo" 2Tim.2:13.
Andres no entiende la incoherencia de su corazón loco. Ama a la esposa; ella es lo cotidiano, lo estable, lo seguro. Pero, él necesita de la aventura, lo desconocido, lo pasajero; busca una mujer que lo haga sufrir. ¡Triste realidad! Se ha cansado del amor de la esposa, y ansia el dolor, la indiferencia y la culpa.
La infidelidad está entretejida en las propias células de Andres; es su naturaleza. "El pecado que habita en mí", diría el apóstol Pablo.
Lo peor de la infidelidad no es las terribles consecuencias sociales y personales, sino la incapacidad que genera para creer en las promesas divinas; el infiel cree que Dios es también infiel. Cada vez que piensa en el amor divino, lo hace desde su perspectiva humana de amar. A pesar de lo que el ser humano haga o deje de hacer; simplemente ama. Su naturaleza es el amor.
El ser humano necesita sentirse amado por Dios, para mirar adelante y vivir la vida victoriosa. Pero, cada vez que piensa en la fidelidad de Dios, mira su propia infidelidad y desespera.
la preguntta que lo desorienta y lo deja confundido es: ¿Cómo puede Dios cumplir su promesa si yo no puedo cumplir la mía?
la respuesta es sencilla: ¡Dios es Dios! Es eterno, y todo lo suyo es, también, eterno. Podrán pasar los años y los siglos; las edades vendrán una detrás de la otra, pero la fidelidad y el amor divinos durarán para siempre. Si dejjase de amar, se negaría a sí mismo dice el versículo de hoy.
Por eso, hoy, encara los desafíos de hoy sin temor. El amor echa fuera el temor; el amor limpia el pasado, redime y transforma. El amor nunca acaba, a pesar de las incoherencias del corazón humano; a despecho de las locuras de la juventud o de los desvaríos de la adultez. El amor seguirá siendo amor por los siglos de los siglos. Dios es la esencia del amor.
Empiece este día recordando que "si fuerémos infieles, él permanece fiel; Él no puede negarse a sí mismo."
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