Todos somos culpables, en alguna medida, de todo el desastre que estamos viviendo. Todos alguna vez hemos obrado equivocadamente y hemos causado daño. Todos, en alguna medida, nos hemos apartado de la voluntad de Dios: esto es el pecado que reside en nuestra propia naturaleza humana. Sin embargo, el amor es capaz de sanar todas las heridas y desarraigar el dolor y el sufrimiento que agobia a gran parte de la humanidad.
Dios quiere salvarte de todo esto. Hasta desea un día sacarte de aquí y hacerte partícipe de una nueva creación, donde habrá cielo nuevo y tierra nueva, donde habitaremos finalmente, en el Reino de Dios, en la plenitud del amor, en la presencia de Dios, hasta la eternidad.
De esta manera Dios, nuestro Padre celestial, nos ama, porque Él es el Amor mismo, y por amor entregó a su Hijo unigénito para que diera su vida, pagando por todos los pecados de la humanidad, alcanzándonos la Redención.
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