“La llamada universal a la santidad es una muestra clara del amor infinito del Señor. Todos son invitados. La santidad no es cosa de privilegiados. La vida corriente, ordinaria, puede ser medio de santidad. A Dios hay que descubrirle en las tareas corrientes y ordinarias. Cualquier actividad, vivificada en unión con Cristo, hecha con espíritu recto, amor al prójimo, con intención de dar gloria a Dios, queda ennoblecida y adquiere valor sobrenatural”
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