La Palabra es vida porque transmite la vida de Dios (Juan 6:68).
La Palabra es espíritu porque Dios es Espíritu, y ella penetra hasta lo más profundo de nuestro ser para revelarnos a Dios mismo (Juan 6:63, Heb.4:12).
La Palabra es eficaz porque produce en nosotros una obra de salvación, de sanidad interior, de renovación, de fe, de sabiduría y de revelación. Ella es fortaleza y alimento para nuestras vidas (Mt.4:4, 1º P.2:2). La Palabra es generadora de cambios.
¿Con qué se compara a la Palabra en el Salmo 119:105?
Cuando no conocíamos a Jesús, nuestra mente estaba en oscuridad espiritual, confundidos, yendo de un lugar para otro y buscando alternativas engañosas y peligrosas: curanderos, santos, ídolos, brujos, yoga, engaños, infidelidades y desobediencias.
Pero conocimos a Jesús y conocimos la Palabra. Entonces nuestros pensamientos se aclararon y comenzamos a ver las cosas de otra manera. Empezamos a ver como Dios ve. Ya no estamos en oscuridad porque la Palabra de Dios nos ha iluminado.
Como lumbrera alumbra nuestro camino. Todo lo que tenemos por delante, el futuro, el destino eterno, los proyectos y sueños, y nos da esperanza y seguridad.
Y como lámpara ilumina nuestros pies. Los detalles de cada día, las decisiones de cada momento, el hoy y ahora para afirmar nuestra confianza en Jesús, para enseñarnos a conocerle mejor y a conocernos mejor, para despertar fe en nosotros y librarnos del miedo y la preocupación.
Piénsalo.
¿Permites que su Palabra penetre hasta lo más profundo de tu ser para iluminarte y conducirte a la madurez?