El Espíritu Santo y la oración
estamos en la era del Espíritu santo. Jesús dijo asus discípulos que era
indispensable que Él se fuera a fin de que viniese el Espíritu Santo; y
en el día de pentecostés, el Espíritu descendió sobre los 120 fieles que
estaban en el Aposento Alto y los llenó. Así se cumplió la profecía de
Juan el Bautista. En el bautismo de Jesús, el Espíritu Santo lo
simbolizó una paloma; y a causa de ello es el carácter y la personalidad
del Espíritu.
Las palomas son tiernas, como también lo es la tercera persona de la
Trinidad. Solamente conocemos el carácter del Espíritu Santo si
tenemos comunión con Él. En el Antiguo Testamento no vemos al
Espíritu como una personalidad distintiva, y en el Nuevo, Él mismo
habla tanto de Cristo que podríamos perdernos la rica naturaleza de
la tercera persona de la Trinidad. ¿Cómo podemos conocer al Espíritu
Santo? Solo tomamos conciencia de su carácter al comenzar una vida
de oración.
Entre todos los evangelios, aquel según San Juan es el que más
referecias contiene sobre el Espíritu Santo. En el capítulo 14 se llama
a éste el Espíritu de Verdad y el Consolador debido a que trae a
nuestro corazón una paz que el mundo no puede dar, ya que este solo
conoce lo que es el resultado del cese de las hostilidades. Sin embargo,
el Espíritu santo trae la paz de Dios sean las que sean las
circunstancias. Por lo tanto, al aprender a andar en el Espíritu,
empezamos a hacerlo en verdad y paz. Si la verdad no opera en nuestra
vida, si no caminamos en la paz de Dios, lo más probable es que no
estemos en el Espíritu Santo.
La oración abre la puerta al Espíritu Santo
El Espíritu santo puede bendecirle cuando lee las Santas Escrituras;
dirigirle al testificar de Cristo; ungirle al predicar y enseñar la Palabra
de Dios; pero si desea tener una comunión intima con Él, necesita
usted orar.
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