La unidad del Espíritu
"Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno
de la vocación con que fuisteis llamados" Efesios 4:1.
"solicitos en guardar la unidad del Espíritu, en el vínculo de la
paz" Efesios 4:3.
Para andar como es digno del llamamiento de Dios, para tener la
vida apropiada del Cuerpo, lo primero que debemos hacer es
ocuparnos de la unidad. Debemos guardar la unidad del Espíritu.
Esto es crucial y vital para el Cuerpo de Cristo.
Hablando con propiedad, la unidad es diferente de una simple
unión. Una unión se forma cuando muchas personas se juntan.
Mientras que la unidad, es una sola entidad, el Espíritu que está
en los creyentes y hace que ellos sean uno. Nuestra unidad es
una persona, el Señor Jesús mismo, quién como Espíritu
vivificante es hecho real en nosotros. Hoy el Señor es el Espíritu
que está en nosotros, y este Espíritu es nuestra unidad. Por
consiguiente, nuestra unidad es una persona, pero esta persona
no está fuera de nosotros, en los cielos como algo objetivo, sino
subjetivo, o sea, mora en nosotros como nuestra propia vida.
Esta unidad es similar a la electricidad que corre por muchas
bombillas y las hace brillar como si fueran una sola. Aunque tal
ves en una habitación haya docenas de bombillas, la electricidad
que corre por ellas las hace una sola. Por sí mismas las bombillas
no son una sola, ni están unidas para formar una sola unidad. La
electricidad que circula por las bombillas(lamparas) constituye
la unidad de ellas. En el ejemplo de la electricidad y las bombillas
la unidad de la electricidad es la electricidad misma. El mismo
principio se aplica a los creyentes de Cristo. El Espíritu que mora
en nosotros es nuestra unidad. La unidad que está en nosotros y
entre nosotros es el Espíritu vivificante. Por consiguiente,
guardar la unidad esquivale a guardar el Espíritu vivificante.
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