Entonces, Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo”. Mateo 4:1.
¿Tenemos tentación de no ser felices?
Compartiendo vida y bienes en amor fraterno, podemos curar, alimentar, aliviar, consolar, acompañar, luchar, esperar. Es decir, ¡llenar la vida de sentido y de felicidad!.
Nuestra tarea de cristianos es producir felicidades y ¡rescatar felicidades secuestradas!. Y esto implica un camino de cruces compartidas, de cruces paradójicamente ¡felices y libres!.
Felicidad, a la manera de Jesús, no es ausencia de problemas. No es tener éxito, fama, dinero. No es tener salud vigorosa, ni amores eternos. No es vivir en sociedad perfecta, ni en una iglesia ideal.
La felicidad con la marca de Jesús es más profunda, es algo metido en la sangre y huesos, que nadie, ni nada nos puede arrancar. Esta actitud de felicidad ante los 1000 problemas, no me hace andar todo el día con una sonrisa de tonto o con un gesto evasivo de resignación. Es precisamente, esta felicidad la que me da fuerzas para luchar, para ser libre, para comprometer mi vida entera a la búsqueda de construcción del reino.
El amor que está subyacente en esta actitud, me da ojos y corazón nuevos para experimentar el valor que tiene el dolor, el sufrimiento, la Cruz, cuando son productos del amor y compromiso fraternos.
Así es la cruz de Jesús: un asesinato a causa del amor, una muerte que nos abre espacios nuevos salvífico os, porque nos amó hasta el extremo, sin miedos, ¡sin negociar la voluntad de su Padre!.
El sufrimiento y la cruz de Jesús, así como los nuestros, son ¡para quitar cruces y sufrimientos!.
Del Salmo 50: Yo reconozco mi delito, mi pecado está siempre ante mi; contra ti, contra ti sólo pequé, lo malo a tus ojos cometí.
(5 minutos de oracion)