Estas palabras de Jesús, "amáos los unos a los otros como Yo os he amado" no tendrían que iluminarnos solamente sino consumir nuestro egoísmo... Jesús "nos ha amado hasta el fin", hasta el límite extremo del amor: la Cruz. Este amor tiene que venir del interior, de nuestra unión con Cristo. Amar tiene que ser para nosotros como vivir o respirar, día tras día hasta nuestra muerte.
He experimentado tantas veces la debilidad humana, su fragilidad. Aún hoy la experimento. Pero también tenemos que servirnos de este estado. Tenemos que obrar por Cristo con un corazón humilde, con la humildad de Cristo. El viene, nos pone a su servicio para que seamos su amor y su compasión en el mundo a pesar de nuestras debilidades y de nuestras fragilidades.
(...) Intentemos comprender la ternura del Amor de Dios. Pues El mismo dice en la Biblia: "¿Acaso olvida una mujer a su niño de pecho, sin compadecerse del hijo de sus entrañas? Pues aunque esas llegaran a olvidar, yo no te olvido. Míralo, en las palmas de mis manos te tengo tatuada." (Isaías cap. 49, v. 15-16). Cuando te sientas solo, cuando te sientas rechazado, cuando te sientas enfermo y olvidado, acuérdate que eres precioso para El. El te ama. Muestra tú también ese amor a los demás, pues eso es todo lo que Jesús ha venido a enseñarnos.
Si queremos conquistar el mundo de verdad no podremos hacerlo con bombas y otros medios de destrucción. Conquistemos el mundo con nuestro amor. Entrelacemos nuestras vidas, tejamos vínculos de sacrificio y de amor, y podremos conquistar el mundo. Proyectos admirables en sí son inútiles para aquel que quiere mostrar un gran amor a Dios y a su prójimo. Solamente la intensidad del amor puesto en nuestros actos nos hace hermosos a los ojos de Dios.