¿Cómo Se Forman Las Ostras?
Ps. Diego Arbeláez
"Pues nosotros consideramos felices a los que soportan con fortaleza el sufrimiento" (Santiago 5:11).
¿De dónde proviene la magnífica perla? Comienza cuando el irritante granito de arena se mete entre los pliegues delicados de la ostra. Ésta, al sentirse herida, cierra su caparazón y empieza a segregar ese líquido llamado nácar con el que envuelve el granito de arena que la mortifica. La perla se forma por la reacción bondadosa de la ostra contra ese factor irritante: el grano de arena. Así que cuando la ostra es herida forma una perla.
Por alguna rara circunstancia, este minúsculo pedacito de piedra ha entrado dentro del corazón de la ostra y allí como un intruso extraño, impone dolor y angustia, y presenta un grave problema. ¿Qué puede hacer la ostra? Puede rebelarse abiertamente contra la soberanía de Dios; puede sacudir un puño en la cara de Dios y quejarse amargamente; ¿Por qué me tuvo que suceder esto? ¿Por qué debo sufrir tanto? ¿Qué hice para recibir esto? ¿Por qué, si hay millones de ostras en el mar, tuvo que meterse este granito en mi caparazón?
O la ostra puede decir: No hay justicia. Toda esa charla de un Dios de amor no es verdad. Ya que esta desgracia me ha sobrevenido, tiraré la fe, de todos modos no sirve de nada.
O la ostra puede decir: No puede ser cierto; no lo voy a aceptar. No hay tal cosa como dolor. Voy a ignorar a este grano de arena, y si lleno mi mente con pensamientos de belleza, verdad y bondad podré olvidar esta molestia.
Pero la ostra no adopta ninguna de esas actitudes. En cambio, reconoce la presencia del grano intruso, y en el mismo momento comienza a hacer algo: Lenta y pacientemente extiende sobre el grano de arena capa sobre capa, una sustancia blanquecina que cubre cada punta afilada y reviste cada orilla cortante del grano de arena y gradualmente, lentamente, paso a paso se hace una perla. Una perla es una crisis envuelta en algo de maravillosa belleza, es el fruto de un intenso sufrimiento que se soportó y que se labró pacientemente, es otro ejemplo de la grandeza nacida de la adversidad.
Igual, el hombre puede transformar el sufrimiento en gozo; y el dolor puede transubstanciarse en servicio altruista.
Otro bonito ejemplo de lo que es una reacción positiva ante algo negativo es el de cierto hombre que transitó por el desierto, en una zona tensionada por las frecuentes escaramuzas entre árabes e israelíes, contaba que vio a un muchacho que tocaba la flauta y lo llamó. Al aproximarse el niño, el hombre vio que la flauta estaba construida con el caño de un fusil. Esto lo impresionó grandemente. ¡Un instrumento de destrucción había sido convertido en instrumento musical!
Así como las cometas se elevan contra el viento, el hombre puede elevarse cuando lo azota la adversidad. El dolor, en un alma grande, no es un sentimiento deprimente, sino un sentimiento vigoroso que lo eleva y ennoblece. Cuando el corazón es bueno, el dolor es saludable.
El sufrimiento no se puede evitar del todo. Pero podemos echar mano de un antídoto, del bálsamo consolador de la gracia de Dios que nos imparte consuelo, paz, fortaleza, paciencia, resignación y esperanza.
Dios es nuestro refugio en tiempo de aflicción. El libro de Job termina diciendo: "quitó el Señor la aflicción de Job" (Job 42:10). Jesucristo es el medio por donde nos llega la gracia del Padre. Él nos invita, diciendo: "Venid a mi todos los que estáis fatigados y cargados, y yo os haré descansar" (Mateo 11:28). Poco antes de subir al cielo ÉL dijo a sus discípulos: "La paz os dejo, mi paz os doy" (Juan 14:27). Finalmente, el apóstol Pablo escribió desde una prisión a los cristianos de Filipos:"Orad en todo tiempo, presentando vuestras peticiones acompañadas de acción de gracias. Y la paz de Dios que sobrepasa a todo entendimiento guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús" (Filipenses 4:6-7).
No estamos subestimando los problemas, pues, hay crisis profundas que vienen a nuestras vidas, trayendo una tristeza amarga como la hiel, hasta hacer que las lágrimas fluyan sin control. Podemos tambalearnos bajo el impacto de lo que ha pasado, de tal manera que perdamos el aliento, que no podamos comer y que el sueño se aleje de nosotros. Quizás hasta se desee escapar de la vida si hubiese alguna manera aceptable de hacerlo. Hay momentos en los cuales solamente seguir viviendo representa un gran triunfo. Entonces, ¿Qué hacer? Creo que la respuesta se ilustra magníficamente en la analogía de la ostra, dentro de cuyo caparazón ha entrado un pequeño grano de arena.
"El sufrimiento es una especie de sacramento para quien lo recibe sin odio"
¡¡¡B e n d i c i o n e s!!!
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