El
conjunto de la Biblia está caracterizado por la belleza moral de Aquel
que, como Creador del Universo, se revela a sus criaturas y cuida de
ellas. Les dio todo lo necesario en la naturaleza, y mediante ella les
demuestra su existencia y su poder. Habló a los hombres con bondad
mediante los profetas, a quienes no escucharon ni obedecieron. Tuvo que
reprenderlos varias veces mediante severos castigos. Y él, quien
prueba al justo y al malo (Salmo 11:5), tuvo que llegar a esta triste
conclusión: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y
perverso” (Jeremías 17:9).
La depravación y violencia de los hombres
(Génesis 6:11) son puestas en contraste con la justicia y la bondad
divinas. Dios no encubre el mal, pues quiere mostrarnos el horror de
éste, pero siempre está listo para recibir a quienes se han apartado de
Él. “No haré caer mi ira sobre ti, porque misericordioso soy yo, dice
el Señor… Reconoce, pues, tu maldad” (Jeremías 3:12-13).
Aunque los
hombres siguieron viviendo “tras la imaginación de su corazón”
(Jeremías 9:14), Dios no los abandonó. Vino a visitarlos, haciéndose
hombre entre los hombres para llevarles la gracia y la verdad,
exponiéndose a su desprecio y a su odio. Se cumplió lo que había
anunciado mil años antes de su venida: “Me devuelven mal por bien, y
odio por amor” (Salmo 109:5). Por amor a sus criaturas Jesucristo, el
Hijo de Dios, murió en una cruz para expiar sus pecados y convertirse
así en el Salvador de todos los que creen en él.
(continuará ..)
Editorial La Buena Semilla,
1166 PERROY (Suiza)

