Parte 6
Cuando
llegamos al barrio construido en terrenos que habían pertenecido al
dueño de las fincas que lo rodeaban, ya se encontraban algunas casas
construidas un poco antes que nuestra colonia, una de ellas, la de la
familia Tamayo Terrazas, presidida por don Fausto Tamayo y doña Columba
Terrazas; en ese tiempo recuerdo a sus hijos Pilar, Ofelia, Lucha, Luis,
Jorge y Pancho, éste último contemporáneo mío; también se encontraba la
Quinta Santa Elena compuesta de dos grandes residencias; en la primera
vivía el Sr. Don Darío Cházaro y su esposa la Sra. Fela y su hijo Darío
Cházaro, quién también es mi contemporáneo. En la segunda vivía el
Hermano de Don Darío, Ramón Cházaro, lo llamábamos simplemente Ramón, ya
que la sencillez de esta persona nos permitía, inclusive, tutearlo. De
sus hijos, recuerdo poco de ellos a excepción de su hijo Ramón, ya que
el nivel y el círculo social en que se desenvolvían fue muy diferente al
nuestro, por lo que nuestro contacto con ellos fue mínimo.
Después,
por la zona del llanito había 4 o 5 construcciones de cuyos habitantes
recuerdo muy poco ya que el tiempo que vivieron en ellas fue
prácticamente muy corto. Más allá del llanito se encontraban otras casas
muy humildes en lo que hoy es la calle Zempoala y que a pesar de que
nuestra relación con los niños de ese lugar fue más cercana, el paso del
tiempo en mí, ha puesto una bruma mental que hace que yo recuerde solo
algunos nombres de mis amigos de ese tiempo ya que actualmente sólo con
uno o dos de ellos conservo esa añeja amistad.
Después
en la parte izquierda del llanito, había una construcción habitada por
la familia Vargas cuyo jefe, Don Enrique Vargas, fue el precursor de la
venta, fabricación, colocación y reparación de persianas y cortinas
metálicas y todos los implementos y refacciones necesarias para las
ventanas de casas habitación en esta ciudad de Xalapa y sus alrededores.
De sus hijos, recuerdo a Jorge y Enrique Vargas con quienes convivimos
varios años, hasta que por problemas familiares tuvieron que dejar el
barrio y la ciudad.
También
en la parte de atrás del llanito pero por el lado derecho, está la
propiedad de Don Ignacio Montano de quien se decían muchas cosas
terribles pero que para mi sólo fueron palabras ya que nunca fuimos
maltratados de ninguna manera por él. Sus hijos Armando, Nacho, Sergio y
Lupita fueron grandes compañeros de juegos, travesuras e inquietudes.
A
dos cuadras de la calle en donde habito hasta la fecha, estaba la
construcción que albergaba a la familia presidida por Don Enrique
Garrido, quien era propietario de fincas con una enorme superficie.
Familia muy estimada por su actitud sencilla y respetuosa con todas las
familias del barrio, sus hijos Roberto y Carlos, también fueron grandes
compañeros y amigos con quienes hasta la fecha conservamos lazos
verdaderamente amistosos.
A
un costado de su casa y enfrente de la quinta Santa Elena, se levanta
una hermosa construcción que hoy alberga a una escuela de contadores
privados, y en la cual habitaba la familia (no recuerdo sus nombres), de
Rolando, un niño que tenía un mundo de juguetes que le gustaba
compartir con nosotros a pesar de que él era lo que se llama un niño
rico, lo que no le importaba, recuerdo que tenía entre esa cantidad de
juguetes, un rifle de diábolos, con el cual jugábamos tiro al blanco con
el foco del corredorcito de la casa de los Garrido, sin que jamás
descubrieran por qué se tronaba tan seguido. ¡ha que muchachitos estos!