Corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe.
Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame.
Cualquiera de vosotros que no renuncie a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo.
Desechemos, pues, las obras de las tinieblas.
Todo aquel que se prepara para competir se abstiene de todo; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible. Así que yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire; sino que golpeo mi cuerpo y lo pongo en servidumbre, no sea que, habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado.
Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.
Esforcémonos por conocer a Jehová.
Heb.12:1,2 Lc.9:23; 14:33 Ro.13:12 I Co.9:25,27 Fil.3:13,14 Os.6:3