Una
noche bien fría, en la ciudad de Oklahoma en los E.E. U.U., llevaron a
una hombre temblando ante el juez por haber robado una barra de pan. El
hombre explicó que su familia estaba muriendo de hambre y necesitaba esa
barra. No tenía trabajo. Sin esperanza alguna y todo en su contra, el
hombre en desesperación, agarró la barra de pan y la escondió debajo de
su chaqueta.
Atrapado
ahora en su crimen en contra de la sociedad, estaba parado delante del
juez quien declaró, "Es necesario que te castigo. No podremos tener excepciones cuando se trata de la ley. Así que tu castigo será una multa de diez dólares."
Mientras
que el juez estaba mirando al hombre desesperado y temblando, puso su
mano en su bolsillo en su pantalón debajo de su toga y sacó un billete
nuevecito de diez dólares y dijo, "Aquí está tus diez dólares para pagar
tu multa. Entrégalo inmediatamente al alguacil."
"A propósito", continuó el juez, "voy a multar a cada persona en esta sala de juicio cincuenta centavos
por el simple hecho de vivir en una ciudad donde un hombre tiene que
robar una barra de pan para que su familia pueda sobrevivir."
Con
esas palabras el alguacil tomó su sombrero y empezó a pasarla y
colectar cincuenta centavos de cada persona en la sala. Luego volteó
hacia el ladrón, le entregó $47.50 dólares y con el dinero en la mano,
salió de la sala de juicio el hombre más contento del mundo.
Autor desconocido