¿HASTIADO DEL EVANGELIO?
He
oído hablar de una hermosa niña que vendía violetas en la calle. Esta
niña tenía que llevar todas las noches a su pobre y miserable choza las
violetas que le sobraban. A fuerza de hacer esto, llegó a decir que
odiaba el perfume de esa flor por haberse acostumbrado a él, "¡Qué
extraño!", exclamó alguien. Sin embargo, eso mismo es lo que dicen
algunos de los que oyen el evangelio.
Temo,
sobre todas las cosas, que vuestro olfato se acostumbre tanto a la
agradable fragancia de la Rosa de Sarón y del Lirio de los Valles que su
aroma os llegue a causar náuseas.
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EN BUSCA DEL EVANGELIO PURO
Leí en cierta ocasión un anuncio que decía lo siguiente: "Si su boticario le dice: ‘No tenemos jabón marca Moreno, pero tenemos otro que es tan bueno como el que usted pide’, no lo reciba, pues es mentira. Vaya a otra droguería y búsquelo." La iglesia se encuentra ocupada en un negocio y las personas que asistan a los cultos están impulsadas por los principios del negocio. La persona que se presenta en la congregación tiene que demandar ante todo la predicación del evangelio, pues el propósito que esa persona tiene al presentarse en el lugar es oir el evangelio. Si el evangelio no se le administra en toda su pureza, sino que se le presenta adulterado, esa persona no está por ningún motivo obligada a seguir presentándose en el seno de esa congregación.
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