Cuando
era niño, me gustaba mucho sembrar arboles, algunos de ellos los
compraba en el vivero, y otros, los sembraba por mi cuenta, por medio
del proceso de enterrar las semillas, hasta ver su tierno tallo romper
la tierra. Para mis ojos era algo maravilloso saber que mis manos eran
participes del cultivo de arboles y plantas, para luego disfrutar de sus
frutos y sombras.
Cierto dia que caminaba de la
escuela hacia mi casa, vi a la orilla del camino, un arbolito de
almendro, habia nacido silvestre, observe detenidamente, estaba lleno de
vida, con sus cuatro hojitas verdes.
Hable con el, y le dije:
-Arbolito de almendro, ! que lindo
estas!, pero aqui a la orilla del camino, puedes morir, o una vaca te
puede comer de una sola mordida. ¿ Quieres que te lleve a mi casa?, te
prometo regarte con agua fresca todos los dias y hacer de ti, un
precioso arbol.
El arbolito guardo silencio, parecia
no creer en mi, y que preferia estar a la orilla de aquel camino
polvoriento y morir de sed, pero de pronto, movio sus hojitas y yo
comprendi que estaba aceptando mi oferta.
Lo que siguio a continuacion, es
algo que aun me sorprende, porque tuve temor que otra persona se lo
llevara si yo iba hasta mi casa por las herramientas, y por esa razon no
use el proceso normal del transplante, haciendo un circulo alrededor
del arbol, cavar y luego sacarlo con sus raices en un bloque de tierra.
Lo que yo hice, fue tomarlo de su
fragil tallo y lo hale hasta "arrancarlo" de la tierra, despacio, hasta
que sus raices salieron a la superficie, luego lo puse enmedio de un
cuaderno.
Cuando llegue a casa, salude a mis padres, guarde los libros y corri a abrir un hueco, lo llene de agua y lo deje "respirar".
El arbolito estaba a un lado, parecia un cadaver, sus hojas se marchitaron y en dos horas ya estaba sembrado.
El resto del dia fue fatal, su tallo
se doblo, el segundo dia, las hojas estaban amarillas, lo continue
regando, pero en una semana, perdio las cuatro hojas, yo dije esto:
-Perdoname arbolito de almendro, tu estabas vivo y yo te mate.
Deje de regarlo por dos dias, ya no
queria ver mi obra desctructiva, decidi sacar el tallito seco, pero
!Sorpresa!, una nueva hojita estaba naciendo, !el arbolito estaba
vivo!, cada dia mostraba que lo estaba, se lleno de nuevas hojas, luego
nacieron ramitas y continuo creciendo, su tallo se puso fuerte y crecio
hasta convertirse en un precioso arbol, cuyas cosechas eran tan
abundantes y sabrosas, que jamas encontre almendras tan sabrosas como
las de mi albolito.
Pasaron los años, yo tambien habia
crecido, y un dia, mientras hacia el recorrido por el caminito hacia mi
primer escuela, volvi la mirada desde dos millas de distancia, y a lo
lejos pude ver la copa del arbol de almendro que sobresalia sobre todos
los arboles de la zona, como acariciando las nubes. Un fuerte deseo de
llorar invadio mi alma, aquel arbol silvestre tenia un hogar, bajo su
sombra jugue tantas veces y disfrute sus frutas.
Cristo me hablo al corazon y me dijo:
-Hijo mio, tu tambien eras
silvestre, tu estabas como una planta marchitada, te hare frondoso, te
dare vida, te dare un hogar, no importa que no valgas nada en el mundo,
no importa que estes angustiado o empobrecido, porque una nueva vida,
viene para ti.