La luz del mundo
Vosotros
sois la luz del mundo… Así alumbre vuestra luz delante de los hombres,
para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que
está en los cielos. Mateo 5:14-16
Benjamin
Franklin, hijo de un fabricante de velas, fue famoso en el campo de la
electricidad. Cuando aún era joven, como quería que los habitantes de
Filadelfia se diesen cuenta de la importancia de iluminar las calles,
colgó una lámpara en un poste, delante de su casa. Cada noche limpiaba
el cristal y prendía la mecha. La luz se veía desde lejos y, como lo
esperaba, su ejemplo fue seguido por unos cuantos vecinos, ¡convencidos
de la importancia de iluminar las sombrías calles! Jesucristo habló
mucho de luz y tinieblas en sentido figurado. Dijo de sí mismo: “Yo soy
la luz del mundo” (Juan 8:12). Él es la fuente de la luz. A sus
discípulos les dijo: “Vosotros sois la luz del mundo” (Mateo 5:14-16),
porque habían recibido una nueva vida que les permitía irradiar Su
propia luz. En la Biblia, el creyente es comparado a una lámpara en un
lugar oscuro, que lleva la luz de la Palabra de Dios en medio de las
tinieblas morales de un mundo sin referencias. Así como la luz alumbra y
revela los obstáculos, el creyente puede ayudar a su prójimo a
encontrar el camino que lleva a Cristo. Para que una lámpara alumbre
bien, hay que colocarla en un sitio visible. Del mismo modo, la vida del
creyente debe reflejar los caracteres de su Maestro, es decir, la
bondad, la justicia y la verdad. Además, así como la bombilla debe estar
en contacto con la corriente, el creyente tiene que permanecer en
contacto con la fuente de la luz: Jesús.
© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
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