¿Quien dices tu que soy yo?
A un hombre que no podía leer, y que se ganaba la vida remendando zapatos viejos, le preguntó un ministro arriano, cómo sabía él que Cristo era el Hijo de Dios: pregunta difícil para los hombres no regenerados.
--Señor –contestó--, siento mucho que me haya usted hecho esta pregunta delante de mis hijos, aunque creo que puedo darle una contestación satisfactoria. Pues, señor, cuando comencé a interesarme por mi espíritu, y a entristecerme por causa de mis pecados, acudí a usted pidiéndole su consejo, y usted me dijo que me asociara con otras personas y pasara el tiempo tan alegre como pudiera.
--Es cierto –contestó el ministro impío.
--Seguí su consejo –continuó el remendón sin letras; pero mientras más me divertía, más aumentaba mi miseria. Al fin me persuadieron a que oyera a uno de aquellos ministros evangélicos que vinieron al pueblo predicando a Jesucristo como el Salvador. En la tremenda agonía de mi alma oré a él, pidiéndole que me salvara y me perdonara mis pecados; y ahora tengo la convicción de que me los ha perdonado de gracia; y por esto yo sé que él es el Hijo de Dios.
(( De la Red))