MIRANDO A JESÚS
“Vemos … a Jesús,
coronado de gloria y honra.”
Hebreos 2:9
Mas aunque el mundo ya no más ver pueda,
A Aquel a quien con escarnio desechó,
El ojo de la fe recién nacida puede ascender
A las alturas—adonde Él partió.
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¿Estamos
nosotros … mirando persistentemente al cielo? ¡Ay!, qué corazones tan
inconstantes tenemos; ¡qué veleidosos y mudables! El Espíritu Santo
siempre conduce la mirada a Jesús, querría mantenerla fijada en Él. …
Revelarle y glorificarle es el objetivo habitual del Espíritu.
Es
cosa buena haber llegado al final de nosotros mismos y de estar ocupados
con Jesús. Tenemos derecho a olvidarnos de nosotros mismos, a olvidar
nuestros pecados, a olvidarlo todo menos Jesús.
(He. 12:1, 2.) La
forma en que el apóstol los exhorta a que se libren de todo estorbo, sea
pecado o dificultad, es notable; como si no tuviesen nada que hacer más
que desecharlos como pesos inútiles. Y, de hecho, cuando miramos a
Jesús nada es más fácil; cuando no le estamos mirando a él, nada es más
imposible.
Lo que quisiera apremiaros es a estudiar a Cristo, de modo
que podamos ser aquí como Él. No hay nada que llene más el alma de
bendición y aliento, o que santifique hasta tal punto; nada que dé hasta
tal punto la conciencia viva del amor divino y que infunda tal valor.
Que
el Señor nos conceda, mientras reposamos en Su preciosa sangre, el ir y
contemplarle, el alimentarnos de él y vivir por Él. … Verle a él, el
humilde Sufriente, ahora a la diestra de Dios, Aquel que Dios ha dado
para guardar nuestros corazones para Sí en medio de un mundo de
insensatez y soberbia.
Cuando estamos ocupados con Jesús, la pequeñez
de lo que uno es o de lo que uno ha hecho permanece en la sombra, y
Jesús mismo se destaca en todo Su relieve.
Hay un peligro en ocuparse
demasiado con el mal; no da aliento, no ayuda al alma a seguir.
«Absteneos de toda especie de mal», pero ocupaos y ocupad a otros con
Cristo. El mal en sí mismo no se convierte en menos malo, pero disminuye
en comparación con el poder para el bien allí donde habita el alma.
Mirando
a Dios, uno queda por encima de las oleadas y rompientes, y caminar
sobre un mar encrespado es lo mismo que caminar sobre un mar en calma.
Si
Cristo es mi vida … Cristo y las cosas celestiales vienen a ser el
objeto de mi vida. Cada criatura ha de tener un objeto. Es la suprema
prerrogativa de Dios no necesitar un objeto. Él puede amar un objeto;
pero yo no puedo vivir sin un objeto lo mismo que no puedo vivir sin
alimento. … «Y todos nosotros, mirando a cara descubierta como en un
espejo la gloria del Señor, vamos siendo transformados de gloria en
gloria a la misma imagen, como por la acción del Señor, del Espíritu.»
Ahí está la vida, y esta vida tiene un perfecto y bendito objeto en el
que se deleita y contempla; y este objeto es el Señor Jesús … en Su
gloria.
Cómo lo sabe el corazón, que, por dulce que sea el gozo
común de los santos … sin embargo en los gozos y en los dolores hay un
mirar a Jesús, una comunión con Jesús, una dependencia de corazón en Su
aprobación, en la que nadie más puede participar. …El corazón que lo
conoce no podría pasarse sin esto.